LOS VALORES DE LA MUJER CRISTIANA

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”(Gen. 1:17).

Ya hemos visto, en términos generales y muy resumidos, los valores de distintos grupos de mujeres en la sociedad actual. Lo que pretendemos hacer ahora es abrir la Biblia para destacar los valores de la mujer cristiana, entresacándolos de todas las historias de mujeres que tenemos en la Biblia, ¡un proyecto un poco ambicioso! De allí se puede sacar mucha enseñanza, pero solo vamos a enfocarnos en lo que la Palabra de Dios nos enseña sobre este tema de la vida de cada una. Empezamos desde el principio.

EVA

De Eva aprendemos el valor tan importante, enseñado en cada página de de Biblia, de la obediencia a la Palabra de Dios. Ella no obedeció, que equivale caer en la tentación, y arrastró a su marido con ella. Salió de la esfera designada por Dios para ella, bajo la autoridad protectora de su marido, y se colocó por encima, ¡pretendiendo acceder al nivel de autoridad que ostenta Dios! “Seréis como Dios” (Gen. 3:5) fue la mentira que la llevó a la desobediencia. Ya sabemos que esto precipitó a la raza humana a la condenación, el resultado de la desobediencia. La salvación vendría por la “semiente de ella” (Gen. 3:15), tal como Dios prometió: “Pero cuando vino el cumplimiento de tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gal 4:4, 5). Somos salvos por su “obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz” (Fil 2:8). La mujer cristiana valora la obediencia a la Palabra de Dios.

SARA

Sara es alzada en la Biblia como el prototipo de la mujer virtuosa. De ella aprendemos el valor tan importante de lasujeción al marido. Es una de “aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas” (1 Pedro 3:5, 6). Abraham era su señor, con minúscula, en el sentido de que la voluntad de Dios para su vida le venía comunicada a través de él. Fue la actitud de su corazón, ¡no su forma de dirigirse a él! (Gen. 18:12). Dios la llamó a ser la compañera de su marido en su vida de fe. Juntos dejaron la civilización avanzada de Ur para ser nómadas en el desierto, caminando el uno a lado del otro hacia “la Ciudad cuyo arquitecto y Constructor es Dios” (Heb. 11:10). Juntos emprendieron la vida de peregrinaje a la cual todos somos llamados, siguiendo su ejemplo.

De ella aprendemos otro valor importantísimo, el de la maternidad: “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir” (Heb. 11:11). Siendo estéril, Dios le dio un hijo. Fue un acto milagroso de Dios que nos recuerda que la vida es un don de Dios, los hijos han vendió de Él. Una de las bendiciones más alta de la mujer es poder tener hijos y crearlos en los caminos del Señor. En un día como la nuestra en que la maternidad es subvalorada, brilla el ejemplo de Sara que llegó a ser madre de todas nosotras.