“Las ancianas asimismo sea reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus marido, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2: 3-5).
Aquí tenemos una hermosa lista de valores para la mujer cristiana. Debe ser reverenteen su manera de vivir y comportarse, esto es, vivir siempre delante de Dios. Debe serrespetuosa, misericordiosa con la reputación de otros. Templada: nunca debe beber más de la cuenta, ni en fiestas, bodas, comidas especiales, o en casa. Debeenseñar por el ejemplo en primer lugar y en conversaciones particulares y en reuniones, si tiene el don. Esto es para la mujer mayor. Tiene que mantener su dignidad y ser disciplinada con la lengua. Para la mujer joven las siguientes son las virtudes o los valores que debe tener: “Amar a sus marido e hijos”. Parece obvio hasta que pensemos que 50% de los matrimonios evangélicos terminen en divorcio. Amar es un aprendizaje. Divorciarse es no amar al marido o a los hijos. Ellos necesitan a su padre. (Si ella es abandonada por causas injustas, esto es otra cosa.). Amar a hijos y al marido es hacerles bien, atenderles, tener paciencia, ayudar, disciplinar a los niños y respetar al marido. La mujer joven debe aprender a controlarse, a cumplir con sus obligaciones, y hacer aquello que sabe que debe hacer. No debe decir nada que haga daño. Controla la lengua. Debe ser pura. Esto es, no ir con otros hombres, ni tener amistades íntimas con ninguno que no sea su marido. Debe ser pura en su forma de vestirse, para no causarse problemas. Debe ser hacendosa, buena ama de casa. Esto es atender y llevar bien la casa. Debe seramable, simpática con los niños y con el marido. Y, ¡cómo no!, sujeta al marido. Esto significa que está bajo su autoridad. Él es cabeza de familia y ella le respeta como tal. La responsabilidad de la familia, en última instancia, recae sobre él.
Aunque trabaje en la calle, su vida se centra en el hogar, con su marido y sus hijos. Ellos son su mundo. Con este estilo de vida, ella da buen testimonio al evangelio. Sin él,“la palabra de Dios es blasfemado”, la gente se burla de la fe cristiana y de la Biblia. Si ella se comporta como una mujer de Dios, la gente es atraída hacia la iglesia. Su forma de testificar, aún más que participando en campañas evangelísticas, es su vida como esposa, madre y ama de casa. La gente verá su relación con su familia, cómo se mueve en su casa y será atraída hacia el evangelio. Esto es un consuelo para la mujer, porque si tiene muchos hijos, no dispone de mucho tiempo libre para salir a la calle para evangelizar; lo puede hacer sin salir de su casa, por ser la clase de mujer que es.
El mundo valora a la mujer que es gerente de una empresa, médica, abogada, a una mujer con carrera que ejerce autoridad y gana dinero. Dios pone más valor en la que es ama de casa, en la mujer que es una buena esposa y madre cariñosa. Así se realiza la mujer y así da testimonio.