¡JUDAÍSMO CONVERTIDO EN PAGANISMO!

“Grandes son las abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi Santuario” (Ez. 8:6).

            Normalmente cuando uno cambia de religión, deja la que tenía para hacerse adepto del otro. Por ejemplo, uno renuncia el cristianismo y se convierta al Islam. Hay una clara separación de la anterior y una confesión pública de la segunda. Pero lo que tenemos aquí en la historia de Israel es pernicioso: los judíos incorporan ritos y observaciones del culto a los ídolos al judaísmo, ¡y los practican en el mismo templo de Dios! Añadan las prácticas del paganismo al culto a Jehová sin cambiar el nombre, ni el lugar, ni los sacerdotes de la religión y, ¡lo llaman culto al Dios de Israel!

            El equivalente para nosotros sería si los líderes de una iglesia evangélica no cambiasen el nombre de la misma, ni el lugar de culto, ni los responsables, pero añadiesen prácticas del mundo, del secularismo, del humanismo, del movimiento feminista, o del movimiento gay, a lo que ya tienen. Al principio  la gente de la congregación no notaría ningún cambio, pero poco a poco algunos se darían cuenta del cambio y protestarían. Pronto serían expulsados. Los demás sufrirían un fuerte engaño, pero cuando se diesen cuenta, tendrían que tomar una decisión muy dolorosa y pagar un precio alto para ser fieles a la verdad de la Palabra de Dios.

            Vamos al texto. Ezequiel vuelve a tener otra revelación de parte de Dios. La primera era de la gloria de Dios. Esta segunda es del pecado del hombre. Está con los ancianos del pueblo de Israel cuando la mano de Dios bajo sobre él y ve “la semejanza del hombre” como la visión que tuvo al principio (1:27), al Señor Jesús, y es llevado en el Espíritu a Jerusalén donde Dios le mostrará lo que está pasando en el templo. Lo que vio era el paganismo religioso en el culto a Dios. Esto serviría para mostrarle que Dios estaba más que justificado en destruir Jerusalén. Si no vemos la gloria de Dios, el pecado del hombre no nos parece tan grave. Nos quejamos de severidad del juicio de Dios y nos creemos más misericordiosos que Dios. Hoy día algunos que no conocen la santidad de Dios le juzgan con dureza por castigar a Israel; hablan del Dios del Antiguo Testamento como un Dios justiciero y severo en contraste con el Dios del Nuevo, porque nunca han visto el pecado del hombre a la luz de la santidad de Dios.

            La primera cosa que Dios muestra a Ezequiel es “la imagen del celo”.  No se sabe con total seguridad, pero lo más probable es que la estatua de Asera o del Astarte, la diosa cananea, consorte del dios mayor, “El”, y madre de Baal. Posiblemente representa la “Reina del Cielo”, otra diosa adorada en aquel tiempo. Si era Asera, representaba la sexualidad degenerada del culto de la fertilidad que formaba parte del culto a Baal en la cual se practicaba la prostitución religiosa para adorar este dios. Se llama “la imagen del celo”, porque provoca a celos a Dios. Él está siendo traicionado. Es la respuesta normal de un esposo cuando su esposa le es infiel. ¡Este ídolo estaba en el templo del Dios! ¡Ni tenía su propia casa! Estaba adorado como parte del culto a Dios. Es como si un marido encuentra a otro hombre en su cama con su esposa. ¿Qué marido va a compartir su esposa con otro hombre? Por eso se va Dios de su templo. Si mezclamos el culto a Dios con las practicas del mundo, provocamos a celos a Dios. ¿Le estamos provocando a celos en nuestra iglesia, o en nuestro cuerpo que es su templo? Si es así, qué Él mismo nos lo muestre como lo mostró a Ezequiel su profeta.