“Vosotros poned toda diligencia en añadir a vuestra fe, virtud” (2 Pedro 1:5).
Tenemos la responsabilidad de cultivar la “virtud” en nosotros mismos. Hemos de poner de nuestra parte. Pedro nos está animando a hacer un esfuerzo grande. La virtud no viene por sí sola; es el resultado de trabajar nuestro carácter para llegar a ser personas virtuosas.
Pedro está usando términos helénicos familiares a sus lectores. La palabra “virtud” es una palabra técnica que significa la excelencia de una cosa. Por ejemplo, la excelencia de un café es el café colombiano (¡o el que tú consideres lo mejor!). Las virtudes de Hércules, otro ejemplo, fueron sus proezas. ¿Cuál es la virtud de Cristo? La virtud es excelencia en acción. ¿Cuáles fueron las “gloriosas proezas” de Cristo? La expresión sale en el versículo 3 en la BTX: “Por cuanto todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad nos han sido concedidas por su divino poder, mediante el conocimiento pleno del que nos llamó por sus gloriosas proezas” (2 Pedro 1:3). Fueron su muerte, su resurrección, y su ascensión. Todo está en Cristo. No necesitamos nada más. Somos completos en Él. Pero tenemos que desarrollar lo que nos ha sido concedida, los recursos de su gracia, si vamos a llegar a ser como Cristo.
¡No es cuestión de añadir virtudes encima de nuestra carnalidad! No necesitamos una capa fina de virtud por encima de la mundanalidad. Lo primero que tenemos que hacer es separarnos del mundo y sus pasiones y deseos y sensualidad, y lo segundo es cultivar las virtudes de la vida cristiana: “Habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (1:4). Este es el paso previo. ¿Cómo viven los jóvenes de hoy? ¡Huir de sus fiestas y forma de vida! ¿Cómo viven los matrimonios del mundo? ¡Huir de sus deslices! ¡Huir de sus conflictos! ¿Cómo viven los niños? ¡Huir de su rebeldía! ¿Cómo trabajen los del mundo? ¡Huir de su deshonestidad! Después, añadir virtudes. La fe es solo el comienzo. Después viene diligencia y el trabajo duro en nuestro carácter.
¿Cuál es tu virtud, tu excelencia? Cada creyente es diferente. Alcanzar tu excelencia significa llegar a ser la persona que Dios tuvo en mente cuando te creó. Habiendo eliminado las cosas del mundo y nuestra carne, trabajamos lo especial en nosotros, nuestras cualidades distintivas. No hay nadie que tenga el conjunto que tienes tú de las experiencias de tu pasado, tu herencia, tu formación, tu hogar, tus estudios, tus dones, tu temperamento, tu personalidad, tus amistades, tu cultura, tu físico, tus habilidades, y tus heridas. Estas cosas se combinan para hacerte único en el mundo. Ahora te toca trabajar lo que tienes. Por ejemplo, has de trabajar en la sanidad de tus heridas y en el desarrollo de tus dones. Has de completar tus estudios, pulir tus relaciones, sacar bien de lo negativo y aprovechar lo positivo que te ha pasado para conseguir el beneficio máximo de todo lo que forma parte de tu vida y todo lo que ha contribuido para hacerte la persona que eres.
El Espíritu Santo no nos anula cuando viene a nuestra vida. No nos domina, ni nos controla. Trabaja con nosotros para potenciarnos. Dios nos ha dado un espíritu de “dominio propio” (2 Tim. 1:7), no de “dominio”. Dios no quiere clones, todos igualitos, sino hijos que alcanzan su pleno potencial en Cristo en colaboración con el Espíritu Santo obrando en ellos. Esto es lo que glorifica a Dios. Dios desea muchos hijos que se parecen a Cristo, cada uno alcanzando excelencia en Él según lo distintivo, la unicidad, de su persona. Esto refleja la hermosura de la variedad de la creación de Dios para su gloria en todos juntos y en cada uno.
(De mis apuntes del mensaje dado por David Burt en Igualada 23/08/15).