“Oramos a Dios… para que vosotros hagáis lo bueno” (2 Cor. 13:7).
Lo siguiente es traducido de Power Through Prayer (Poder por medio de la Oración) por E. M. Bounds:
“El tiempo devocional no se valora por cuánto tiempo dedicamos a él; sin embargo, la cantidad de tiempo que pasamos en la lectura de la Palabra y en la oración es significativa. La habilidad de permanecer delante de Dios, y esperar, e insistir son esenciales en nuestra relación con Él. La prisa hace mucho daño en la comunión con Dios. Los tiempos devocionales cortos no son compatibles con una profunda piedad. La tranquilidad de espíritu, el entendimiento y el poder espiritual no son compañeros de la prisa. Los devocionales cortos merman el vigor, impiden el progreso y minan los fundamentos espirituales. Enferman la raíz y la flor de la vida espiritual. Frecuentemente son la indicación de una piedad superficial y la causa de volver atrás; engañan; empobrecen la tierra, y enferman y hacen pudrir la semilla de la Palabra.
Es cierto que las oraciones en la Biblia son de pocos versículos, pero los hombres de oración en las Escrituras pasaban horas en santa lucha con Dios. Ganaron las batallas con pocas palabras, pero largos períodos de espera. Las oraciones de Moisés se leen rápidamente, pero él oraba a Dios con ayunos y fuertes súplicas durante cuarenta días y noches. El relato de la oración de Elías es de pocos párrafos, pero él paso muchas horas en ardiente lucha y elevada comunión con el Señor antes de poder presentarse delante del rey Acab y declarar con osadía que no habría ni lluvia ni rocío durante años hasta que él no lo dijese (1 Reyes 17:1). El relato en la Biblia de las oraciones de Pablo es corto, pero Pablo oraba fuertemente día y noche. El “Padre Nuestro” lo puede repetir un niño, pero nuestro Señor pasaba muchas noches en oración antes de terminar su ministerio. Sus noches de oración llevaron su trabajo a término y a la perfección, y llevaron su carácter a la plenitud y la gloria de su divinidad.
El trabajo espiritual cansa, exige mucho esfuerzo de nuestra parte, y tenemos pereza para realizarlo. La oración verdadera cuesta tiempo, dedicación y mucha atención que no apetece a nuestra carnalidad. Pocas personas tienen el calibre necesario para dedicar el tiempo y el esfuerzo necesarios a la oración cuando una obra superficial puede impresionar igualmente a los demás. Podemos acostumbrarnos a oraciones pobres hasta que nos parecen suficientes; por lo menos, tranquilizan nuestras consciencias, pero es un tranquilizante peligroso. Las devociones rápidas producen hombres de poca fe, convicciones débiles y piedad cuestionable. Pasar poco tiempo con Dios es ser poca cosa para Él. Abreviar el tiempo de oración da lugar a un carácter religioso de poco valor, pobre y no muy atractivo.
Hace falta tiempo para que Dios fluya en plenitud al espíritu de una persona. Las devociones cortas cortan el suministro del fluir de Dios. Hace falta pasar tiempo en el lugar secreto para recibir una revelación completa de Dios. Poco tiempo y mucha prisa distorsionan la revelación. Un famoso predicador puritano, Henry Martyn, lamenta que pasó tanto tiempo preparando mensajes para dar en público que le faltó tiempo para orar en privado, y que el resultado fue una pérdida de intimidad en su relación con Dios. Le impresionó la necesidad de apartar tiempos para ayunar y dedicar tiempo a la oración solemne. El resultado fue que escribió: “Fui ayudado esta mañana a orar durante dos horas”. William Wilberforce, el que consiguió la abolición de la esclavitud en Inglaterra, escribió: “He estado viviendo una vida demasiada pública para mi gusto. El acortar mis devociones privadas deja mi alma hambriento, se pone flaco y débil. Me he ido acostando demasiado tarde”. Más solitud e ir a la cama más pronto fueron su remedio. Más tiempo dedicado a la oración en las horas tempranas de la mañana actuarían como mágico para avivar y animar muchas vidas espirituales empobrecidas. Resultarían en vidas santas de parte de muchos creyentes”.