EL EVANGELIO PARA HOY

“El evangelio es poder de Dios para salvación a todo el que cree…Porque en el evangelio está siendo revelada una justicia divina de fe a fe, como está escrito, El justo vivirá a base de fe” (Romanos 1:16, 17).

Hay muchas versiones del evangelio en circulación hoy día. Uno muy popular es la de repetir “la oración”. Va algo así: “Señor, yo creo que Jesús murió por mis pecados y le recibo como mi Salvador, amén”. Si esto es todo, es verdad, pero insuficiente. El evangelio completo tiene más componentes. Incluye el arrepentimiento y la renuncia del pecado, el compromiso con Cristo y con una iglesia, el bautismo, y la disposición de pagar el precio necesario para seguir a Cristo. Conlleva una obra del Espíritu Santo convenciendo de pecado, justicia y juicio (Juan 16:8), una revelación de parte de Dios en cuanto a quién es Cristo (Mat. 16:15-17), y una regeneración milagrosa de parte del Espíritu Santo que te incorpora en la familia de Dios (1 Ped. 1:3). Sin esta parte humana y la obra divina no hay salvación.

Lo que predicó Pedro en el día de Pentecostés es un buen ejemplo del evangelio completo: incluye la vida perfecta de Cristo, su crucifixión y resurrección (Hechos 2:22-24). Crucificaron a Jesús quien es su Señor y Mesías (v. 36). Fueron convencidos de pecado (v. 37). Se arrepintieron, fueron bautizados y recibieron el perdón de pecados y el Espíritu Santo (v. 38). Previamente fueron llamados por Dios (v. 39). Se salvaron de “esta generación perversa”, es decir, del mundo (v. 40). Siguieron en la doctrina de los apóstoles, la comunión con los demás creyentes, en el partimiento del pan y las oraciones (v. 42). Por lo tanto, se puede definir un cristiano como una persona que Dios ha llamado, iluminado, convencido de pecado, y revelado a Cristo. Y la persona ha respondido, compungido de corazón, convencido de pecado, se ha arrepentido, ha recibido el Espíritu Santo, se ha bautizado, y se ha separado del mundo para formar parte de la iglesia. Como parte de la misma, ha perseverado en la doctrina de los apóstoles y la comunión con los creyentes, en el partimiento de pan y las oraciones.

Había un alto precio que pagar si alguien quería seguir a Cristo para ser salvos. “¡Sed salvos de esta de está perversa generación!” Esto fue cierto del siglo I y del XXI también. ¿Cómo es nuestra generación? Perversa. Perversa significa no normal, torcida, no natural. La nuestra llama al mal bien y al bien mal. Incluye cambios de sexo, el aborto, la homosexualidad, no distingue entre hombres y mujeres, ha redefinido la familia: Dios está fuera y la Biblia ya no es la norma para la conducta. No hay normas. No hay autoridad última. La sociedad está regido por lo políticamente correcto. Hay tolerancia para todos menos los no políticamente correcto. Hay diferencias de opinión en la sociedad y dentro de una misma iglesia con respeto a estas cosas, y el creyente de hoy tiene que pagar un alto precio para ser fiel a sus convicciones. Los cobardes no entran en el reino de Dios (Ap. 21:8). Un cobarde es uno que vuelve atrás porque tiene miedo a pagar el precio.

¿Quién, entonces, no es creyente? La persona que no ha recibido al Espíritu Santo (Rom. 8:9). Se ve en que no tiene sus frutos: “amor, gozo, paz…” (Gal. 5:19-21), sino más bien los de la carne (Gal. 5:22-25). La persona que no hace la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:24). La persona que no hace lo que enseñó Cristo: “Cualquiera que me oye estas palabras y no las hace,…” (Mat. 7:26). El juicio final es en base a la vida, no a la profesión de fe. Un cristiano es uno que vive como cristiano, ¡porque lo es! Un verdadero cristiano ama al Señor Jesús, le adora y le sirve. Le alaba con la boca y con la vida. Vive en comunión con Él y con los demás creyentes. Y desea que vuelva del Cielo para estar para siempre con Él (1 Tes. 1:9, 10).