“Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma” (Gen. 19:1).
Lot había llegado a una posición de liderazgo en la ciudad de su elección, pues antiguamente los que gobernaban la ciudad se sentaban en la puerta. Era el lugar donde se trasmitían los asuntos importantes. Era una persona capaz e inteligente, pero débil de carácter, como vemos en su trato con los ángeles y la gente de la ciudad. Cuando los de la ciudad, “todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo”(v. 4), pues todos eran perversos sin excepción alguna, pidieron a los dos ángeles para abusar de ellos, Lot les contestó: “Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad” (v. 7). ¿Cómo puede llamarles “hermanos míos”? ¿Y cómo les puede hablar con tanta suavidad? Cuando habló a sus yernos de huir de la ciudad, “pareció a sus yernos como que burlaba” (v. 14). No le tomaban en serio. ¿Cómo iba a casar a sus hijas con estos hombres perversos? ¿Y por qué se había casado él con una mujer de allí?
Él mismo no tenía muchas ganas de huir. Se detuvo (v. 16). Los ángeles tuvieron que arrastrarle para conseguir que se fuese. Era ambivalente. Por un lado creía a los ángeles, pues les había visto obrar un milagro para salvarle la vida, pero por otro, no se movía para escaparse. Creía su palabra y no la creía. Era indeciso. Cuando los ángeles le dijeron de huir al monte, discutía con ellos. Prefería ir a una ciudad cercana que se llamaba Zoar. Era un hombre que tenía miedo. Les dijo: “yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera” (v. 19). No razonaba con fe. La fe decía: “Si Dios me ha mandado este hombres para salvarme la vida, me la guardará”. Quería vivir en Zoar, pero tenía miedo. Vacilaba. “Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte, y sus dos hijas con él, porque tuvo miedo de quedarse en Zoar” (v. 30). Los ángeles le habían prometido que no iban a destruir a Zoar, pero él no los creía. La fe nos hace fuertes en Dios. La persona que tiene fe es decidida. Confía en su palabra. Razona en base a ella. Así que termina viviendo en una cueva en el monte con sus dos hijas y las terribles consecuentes las sabemos.
¡Qué diferente habría sido su vida si hubiese quedado solo en la llanura!, lejos de Sodoma y Gomorra, o si se hubiese casado con una mujer que tenía fe en Dios, o si hubiese dejado la mejor tierra para Abraham, o si hubiese hecho caso al aviso previo de Dios, cuando estas ciudades fueron conquistadas y él fue llevado preso juntamente con los habitantes de estos pueblos (Gen. 14). Abraham los había rescatado a todos. Aquello era para que Lot se diese cuenta de que viviendo allí iba a compartir su suerte, pero después de ser rescatado, ¡volvió allí! Y también era para que todos los habitantes de Sodoma y Gomorra fuesen agradecidos a Abraham por librarles y restaurar sus bienes y para que respetasen a Lot. Dios les había avisado. Les había mostrado su poder por medio de Abraham, pero no tomaron a pecho el aviso, ni Lot, ni los demás habitantes.
Lot sufría por la inmoralidad de sus con-ciudadanos, pero no tomó la iniciativa de quitarse de allí. Habría sido una decisión sabia para él y para su familia, pero Dios tuvo que mandar ángeles para sacarle, y esto, ¡arrastrándole! Lot era un hombre de fe, pero vacilaba y dudaba y tenía miedo, aun habiendo recibido una promesa de Dios. Vamos a tomar nota y determinar que vamos a ser fuertes debido a nuestra fe, consecuentes, y que vamos a tomar decisiones acertadas, inspiradas por una fuerte confianza en Dios. Abraham es ejemplo de la fe. Lot nos sirve como ejemplo de una fe floja. Solo podemos clamar a Dios y pedirle que fortalezca la nuestra.