SUFRIENDO CON GOZO

“Y ellos salieron del la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenido por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41).

Nuestro texto hace referencia a la actitud de los apóstoles Pedro y Juan cuando fueron perseguidos y encarcelados por la sanación de un cojo (Hechos 3:1-10). Vamos a señalar solo una cosa de esta historia: esta persecución vino de parte de los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo y los saduceos, los gobernantes, los ancianos, los escribas, el sumo sacerdote y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes (4:1-6). O sea, ¡todos los jefazos del judaísmo se pronunciaron en contra de estos discípulos de Jesús! ¡La persecución vino en nombre de Dios de parte de los que oficialmente representaban a Dios! Es muy fuerte esto. Estamos en las primeras páginas de la historia de la iglesia. Los seguidores de Cristo no tuvieron la intención de inventarse una nueva religión. No querían salir de judaísmo. Creían en el mismo Dios. Y fue en nombre de este Dios que fueron perseguidos por los que pretendían ser sus máximos representantes. Eran judíos persiguiendo a judíos.

¿Podría pasar lo mismo hoy día? ¿Podrían evangélicos ser perseguidos por evangélicos? Lo consideramos imposible. Pero parece que estamos viviendo los inicios de lo que podría ser una división tan pronunciada entre los que pretendemos conocer a Cristo como lo que pasó entre el judaísmo y la iglesia primitiva. Esta división pondría en relieve a los que realmente conocen a Dios.

¿Cómo se sabe quién es quién? ¿Quiénes son los realmente representan a Dios? Se ve en su doctrina y en su conducta. Los verdaderos cristianos son los que mantienen fidelidad a las Escrituras, aun a las enseñanzas que no son políticamente correctas hoy día, como pueden ser la disciplina de los hijos, cuestiones de divorcio y segundas nupcias, la ética sexual, sexo fuera del matrimonio, la homosexualidad, el aborto, los roles dentro del matrimonio, el papel de la mujer en la iglesia, la inspiración de las Escrituras, y la validez de la enseñanza del apóstol Pablo para nuestros tiempos. Estos puntos están causando una división en nuestros tiempos.

También se sabe quién es quién por su conducta. ¡La conducta de la persona delata si realmente conoce al Señor aún más que la doctrina! Si insulta a los oponentes, si los descalifica, si emplea indirectas para que queden mal en público, si habla mal contra ellos desde el púlpito, si no permite que hablen y si no los escucha, si les niega el saludo, si los grita y si usa palabras bastas y ordinarias para herirlos, sí les acusa de decir cosas que no han dicho, falsamente, mintiendo… no tiene el Espíritu de Cristo. El que realmente es del Señor es compasivo, amoroso, misericordioso y humilde (3:8). No habla “devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino bendiciendo” (3:9). “Refrena su lengua del mal, y sus labios de hablar engaño” (v. 10). “Busca la paz y la sigue” (v. 11). Anda “con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros, sean avergonzados los que ofenden vuestra buena conducta en Cristo” (3:16). Como Cristo, encomienda su causa a Dios y espera en Él que hará justicia (2:23). Mientras tanto, se dedica a hacer el bien, “para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, a causa de vuestras buenas obras” (2:12). Amén.