SIEMPRE ALABANDO

“Sed llenos de Espíritu… alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:18, 19).

El conocido escritor de himnos, Horacio Bonar, nos inspira con una oración capaz de cambiar nuestras vidas y convertirnos en personas positivas, edificantes, gozosas, felices, y edificantes, ¡si ya no los somos! Viene en forma de himno de oración al Señor:

Llena Tú mi vida, Oh Señor mi Dios, / En cada parte con alabanza, / Para que todo mi ser proclame Tu ser y Tus caminos.

No solo por una boca que te alabe, te pido, / ni siquiera por un corazón de alabanza, / sino por una vida entera de alabanza en todas sus partes.

Que te alabe en lo cotidiano, / en las cosas corrientes de la vida, / alabanza en cada obligación y acción, / no importa cuán pequeña o común.

Llena cada parte mía de tu alabanza, oh Señor, / que todo mi ser hable de Ti y de tu amor, / a pesar de mi pobreza y debilidad.

Así por medio de mí, Señor, ¡aun por medio de mí!, / recibirás la gloria merecida; / y así comenzaré yo en la tierra / la nueva y eterna canción.

Así ninguna parte del día o de la noche dejará de ser sagrada; / sino que toda mi vida, en cada paso, será comunión contigo.

Horacio Bonar

Lo que dice el poeta recoge el pensamiento del apóstol cuando escribió: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en nombre del señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). Si hiciésemos esto, ¡cambiaría nuestro carácter, y el ambiente alrededor nuestro! Nuestra conversación dejaría de ser trivial, o peor aún, quejosa y crítica, sino significante y edificante; gozaríamos de la comunión con el Señor todo el día, y ayudaríamos a otros a entrar en el gozo del Señor. Esto es nuestro deseo, ¡cuántas veces nos lo hemos propuesto!, pero ¿cómo se logra? La clave está en el versículo anterior: “La palabra de Cristo more con abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría cantando con gracia en vuestros corazones al Señor…” Col. 3:16). Este texto es paralelo al otro de Efesios 5:18-20 que hemos citado, que habla de los resultados de estar lleno del Espíritu Santo. Busquemos la plenitud del Espíritu Santo, nos llenemos de la Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo que habita nuestros corazones, y con disciplina de nuestra parte, podemos lograrlo.

Es una gozada encontrar un creyente que vive así. Esta servidora se convirtió por medio de un matrimonio que pasaba la vida alabando al Señor. Era lo que les caracterizaba. Vivían en el gozo del Señor y le alababan constantemente. Su conversación estaba llena de gracias a Dios y alabanza a su nombre. Algunos se burlaban de ellos imitándolos, diciendo: “Alabado sea el Señor”, pero si esto es lo peor que pueden decir de nosotros, ¡vamos bien! Ellos no estaban gozosos porque tenían una vida fácil, al contrario, su vida conocía tragedia, enfermedad, y fuertes disgustos. Él era inválido y vivía con el dolor constante. No dormía de día ni de noche, ni ella tampoco, cuidándole. Pero su casa era de cántico, de música cristiana por la radio, y ella tocaba himnos al piano, ¡y cantaban todos los que entraban en su casa! ¡Si no entraban cantando, salían cantando! El clamor de nuestro corazón es un eco del himno de Bonar: “Señor, ¡llena mi vida con tu alabanza!