“Al que hirió a Egipto en sus primogénitos, porque para siempre es su misericordia. Al que sacó a Israel de en medio de ellos, porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136:10, 11).
El Salmo 136 es un salmo de alabanza a Dios por su eterna misericordia a su pueblo, Israel, y por su juicio sobre sus enemigos. Las dos cosas forzosamente van juntas. Si Dios va a librar a su pueblo, tiene que destruir el poderío de sus enemigos. Esto no encaja muy bien con los estereotipos de la misericordia de Dios que tenemos hoy día. Casi se cree que su misericordia anula su justicia. En círculos evangélicos no es políticamente correcto hablar de un Dios de juicio y venganza sobre sus enemigos, pero esto es lo que tenemos en este salmo, y es motivo de alabanza a Dios, porque Él es justo y fiel a su pacto con su pueblo. “El es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia; y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia” (v. 23, 24, 26).
No nos avergoncemos del Dios del Antiguo Testamento, “Al que hirió a grandes reyes … y dio la tierra de ellos en heredad (a Israel)” (v. 17, 21). No creamos que los antiguos tuvieron un concepto primitivo de Dios que ha ido evolucionando con el tiempo. No veamos en las guerras de Israel al entrar en Canaán que están citadas aquí (Núm. 21: 21-35) la misma barbarie que está ocurriendo hoy día contra poblaciones enteras en nombre de otra religión, sino el justo juicio de Dios contra la inexpresable maldad de estos pueblos. Es el mismo Dios que juzgará el mundo entero por sus injusticias y sigue siendo motivo de alabanza en el Nuevo Testamento: “porque sus juicios son verdaderos y justos” (Ap. 19:2).
El Salmo mira atrás y da gracias a Dios por su misericordia en la Creación (vs. 5-9), por su rescate de Egipto, por el cruce del Mar Rojo, la entrada en la Tierra Prometida, la victoria sobre sus moradores, y la entrega de la tierra en manos de Israel (vs. 10-22). La última parte del salmo alaba a Dios porque siempre ha rescatado a Israel de sus enemigos, y porque alimenta a todo ser vivo (vs. 23-25).
Seguimos teniendo enemigos hoy día. Hay naciones que se levantan contra el estado de Israel y contra la Iglesia para destruir a ambos. Queman iglesias y matan a creyentes, persiguen a unos y encarcelan a otros. Hermanos nuestros han tenido que dejar todos sus bienes materiales atrás huyendo para salvar sus vidas. Viven como refugiados en otros países en condiciones infrahumanas. Oremos para que Dios nos rescate de nuestros enemigos como rescató a Israel de los suyos. Para los demás cuya vida no corre peligro, seguimos teniendo un enemigo, un enemigo espiritual, que quiere destruirnos (1 Pedro 5:8, 9). Su propósito, ya que no puede quitar nuestra salvación, es herirnos y dejarnos inútiles para el servicio de Dios. Contamos con la misericordia (fidelidad, “hesed”) de Dios para acordarse de nosotros en nuestro abatimiento y rescatarnos del enemigo de nuestras almas. Alabemos a Dios por su victoria en Cristo Jesús.
Para reflexionar:
1. ¿Cómo se ha manifestado la misericordia de Dios en tu experiencia personal?
2. Después de conocer al Señor, ¿qué rescates ha obrado Dios en tu vida?
3. ¿Qué rescates estás esperando que Dios efectúe para ti?