“Me dijo: Hijo de hombre, come lo que tienes ahí; cómete se rollo, y ve y habla a la casa de Israel. Abrí pues mi boca, y me hizo comer ese rollo, y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que Yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel” (Ez. 3:1-3).
Hay una progresión lógica en el trato de Dios con su profeta. Primero le da una revelación de sí mismo, una visión. Esta visión es importante porque nos muestra quién nos la llamado. Nos cautiva, nos motiva, y nos anima cuando pensamos que nuestro ministerio no está llevando a cabo ningún propósito meramente humano. Tiene su origen en Dios. Dios es soberano para usarnos como Él quiere con los resultados que Él ordena. No hemos ido porque nos pareció bueno, sino porque Dios nos ha llamado. Estamos respaldados por su autoridad. Es su Palabra la que compartimos, no la nuestra. No podemos tomar la libertad para hacerla más atractiva para encajar con las modas de nuestra generación. Nuestra responsabilidad es la de llenarnos de esta palabra y comunicarla tal cual a las personas que Dios nos ha dado para ministrarles.
¿Tú has visto a Dios? ¿Tienes una visión clara de la hermosura y gloria del Señor Jesús? ¿Eres consciente de su poderío? ¿Le has visto como alto y sublime y su gloria llena los cielos? ¿O simplemente vas a la iglesia?
Después de la visión viene la llamada: “Te envío a los españoles, una nación rebelde que se ha rebelado contra Mí, ellos y sus padres, han estado en rebeldía a contra Mí hasta el día de hoy”. ¡Dios conoce muy bien cómo es la gente a la cual te está enviando! No te da falsas esperanzas de un ministerio exitoso, como entiende la gente por éxito. Sabe lo que te va a costar.
¿Has comido la Palabra? ¿Te llenas de ella? (2:8 y 3:1). Estudia la Palabra en tu casa y aprende a vivir de cada palabra que sale de la boca de Dios (Deut. 8:3). Ahora, sal y háblala. ¿Eres obediente? ¿Abres tu boca cuando Dios te manda hacerlo? ¿O eres rebelde? ¿Estás desanimado porque la gente es muy dura? ¿Estás molesto con Dios por ponerte dónde estás? Pide perdón y ten ánimo: Su Palabra siempre produce fruto. Nunca es estéril: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allí; sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Is. 55:10, 11). Sus palabras en tu boca serán espíritu y vida a los que Dios ha preparado para recibirlas. Y tú ministerio llevará fruto. El ministerio de Ezequiel fue fructífero. ¡Él mantuvo con vida espiritual al remanente!