“Si tuvieres fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os sería imposible” (Mat. 17:20).
¡Sananos, Emanuel! Oye nuestra oración; esperamos sentir Tu toque; almas profundamente heridos acuden a Ti, Salvador, tales como nosotros.
Nuestra fe es débil, lo confesamos; con poca fuerza confiamos en tu palabra; pero, por eso mismo, ¿tendrás menos lástima de nosotros? Lejos sea de Ti, Señor.
Acuérdate de aquel que una vez apeló temblando para conseguir alivio: “Señor, creo”, y con lágrimas suplicó; “¡Oh ayuda mi incredulidad!”.
De aquella, también, que Te tocó en medio de la multitud, y virtud sanadora robó, recibiendo la contestación, “Hija, vete en paz, tu fe te ha sanado”.
Escondida en medio de la multitud, se habría escapado de tu vista; y si su fe fue firme y fuerte, también abrigó fuertes dudas.
Como ella, con esperanzas y temores acudimos, para tocarte, si podemos; ¡Oh!, no nos envíes a casa sin esperanza; no despidas a nadie sin sanidad.
William Cowper
El Señor Jesús tiene el poder para sanar hoy igual que entonces. Nuestro Dios es un Dios de poder. Puede abrir mares, partir rocas, abrir la tierra, abrir tumbas, abrir los ojos, partir corazones de piedra y abrir el entendimiento; puede parar el sol, enviar fuego del cielo, convertir el día en noche, ríos en sangre; puede quitar el raciocinio de un rey sabio y convertirle en una bestia, o puede usar una niña para aconsejar a un rey pagano para hacer llegar el conocimiento de Dios a una nación pagana. Hace proezas de liberación y de juicio.
La fe no manipula a Dios. No le coacciona. Descansa en Él. Él decide. Los amigos de Daniel dijeron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tu dioses” (Daniel 3:17, 18). El “y si no”, no es una falta de fe, sino una fe enorme en la sabia soberanía de Dios.
Nuestra fe nos conecta a Dios. No tiene que ser una fe muy grande, sino real. No es la cantidad de fe la que cuenta, sino el Objeto de nuestra fe. Un poco de fe es suficiente para conseguir que Dios obre. El padre del niño endemoniado tuvo un poco de fe y pidió ayuda a causa de su incredulidad, y lo consiguió. La poca cantidad de fe obtuvo su respuesta. Esta poca fe es todo lo que es necesario. La fe puesta en Dios es una cosa tan poderosa que solo un poco basta para conseguir milagros. La mujer que tocó el borde el manto de Jesús abrigaba sus dudas, pero estas no anularon su fe. Ella consiguió la sanidad a pesar de sus temores.
Cuando el Señor nos dice que la fe como un grano de mostaza puede mover montañas, no nos lo dice para hacernos sentirnos impotentes y avergonzados a causa del tamaño tan pequeño de nuestra fe, sino para animarnos, porque esta poca fe puede conseguir que Dios mueva montañas, porque es Dios quien hace las cosas, no nuestra fe. Nuestra fe le mueve a Él que tiene todo el poder. Pues nuestra poca fe, pero fe real, en un Dios Omnipotente, es capaz de conseguir grandes intervenciones de Dios. ¡No la menospreciemos!