EFESIOS

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 1:3).

La epístola del apóstol Pablo a los Efesios está dividida en dos partes: los tres primeros capítulos presentan la doctrina de la gracia de Dios y los tres restantes enseñan la ética que procede de esta doctrina. La doctrina es el motivo por el cual tenemos que vivir según la ética. Sabiendo todo lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo es lo que nos lleva a vivir vidas que le agradan.

El primer capítulo explica lo que Dios Padre ha hecho a nuestro favor (1:3-6), lo que Cristo hizo (1:7-12) y lo que hizo el Espíritu Santo (1:13-14). El Padre “nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santo y mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”. En Cristo “tenemos redención por su sangre, el perdón de nuestros pecados” (1:7). Si esto fuese todo, seríamos salvos y perdonados, pero tan propensos a pecar como antes. Necesitamos, por lo tanto, la obra del Espíritu Santo para vivir vidas santas para la alabanza de la gloria de Dios.

El plan universal de Dios antes de la fundación del mundo es reunir todo el universo en Cristo, con la fuerza unificadora de todo cuanto existe: “El misterio de su voluntad… de reunir todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (v. 9, 10).

Habiendo explicado la gran obra de salvación efectuada por las tres personas de la Trinidad, Pablo ora (1:15-23) pidiendo que Dios les ayude a comprenderla: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (1:17).

El primer capítulo presenta todo el inmenso plan de Dios desde la eternidad hasta la eternidad. Los capítulos dos y tres hablan de lo que ha hecho por ti y por mí personalmente. “Nos ha dado vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados” (2:1). Pablo explica cómo nuestra total identificación con Cristo en su muerte, resurrección, y ascensión es la clave de nuestra nueva vida. Ya no somos “alejados de la ciudadanía de Israel” (2:12), sino parte del pueblo de Dios, pues Cristo ha unido judíos y gentiles en un solo cuerpo (3:6).

Pablo termina la primera mitad de Efésios con otra oración (3:14-21), esta vez pidiendo que Dios les dé poder (v. 16) y que pueden conocer el amor de Cristo “que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (v. 19). Y concluye con una doxología (al igual que al final de la segunda sección): “Y Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas muchos más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,…a él sea gloria en la iglesia en Cristo por todas la edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (v.20, 21).

(Mis apuntes del estudio dado por David Burt en la Iglesia de Igualada, 05/ 7/15).