¿QUIÉNES SON ÉSTOS QUE SE PIERDEN?

“Porque he aquí, Jehová viene en el fuego, y como el torbellino con sus carros, para convertir su ira en llamas, y su voz de reprensión en fuego. Pues mediante el fuego Jehová hará justicia, y mediante su espada respecto a todo mortal, y serán muchos las víctimas de Jehová” (Is. 66:15, 16).

Isaías había orado a Dios clamando: “¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras, para que las montañas fueran derretidas ante tu presencia, como fuego abrasador de fundiciones, como fuego que hace hervir las aguas! Tu Nombre sería notorio a tus enemigos, y ante Ti temblarían las naciones” (64:1-2). ¡Poco sabía él que su oración iba a cumplirse tan literalmente!: “Porque he aquí, Jehová viene en el fuego…”. Vino la primera vez para salvar y la segunda, la que está contemplada aquí, para juzgar las naciones. Y ¿quiénes son éstos que se condenan? Son gente normal y corriente, tu vecino de al lado.

En tiempos de Isaías eran judíos que se tenían por creyentes en el Dios de Abraham, conocían la ley de Moisés, celebraban las fiestas anuales, pero no amaban a Dios con el corazón, y despreciaban a los creyentes sinceros. Algunos comprometían su fe, otros eran apóstatas que participaban en cultos paganos aberrantes. Dios se refiere a ellos como “los que se consagran y purifican para entrar a los huertos, tras uno que ocupa el centro, los que comen carne de cerdo, reptiles y ratones” (v. 17). Según el comentario: “Los huertos eran los antiguos lugares donde se celebraban rituales de la fertilidad que pretendían ofrecer la llave para entrar en la plenitud de vida y la prosperidad.” Estos ritos incluían toda clase de inmoralidad. “A una serán consumidos, dice Jehová, porque Yo conozco sus obras y sus pensamientos” (66:17, 18).

Hoy día en la Europa post-cristiana son la vasta mayoría, personas que han conocido la Palabra de Dios y la han rechazado. Ahora viven según el estilo de vida que marca la sociedad, haciendo caso omiso de Dios. Cumplen la profecía: “En los últimos días vendrán tiempos difíciles; porque los hombres serán egoístas, amigos del dinero, arrogantes soberbios, difamadores, desobedientes a sus padres, ingratos, irreverentes, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, enemigos de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, y amigos de los places más que de Dios” (2 Tim. 3:1-4). Esta es una descripción perfecta de nuestra sociedad. En la generación pasada la gente mezclaban la fe en Dios con la idolatría. Hoy en día inventan su propia ética, buscan su propia satisfacción, y pasan de Dios.

En países que no eran tradicionalmente cristianos, son los que practican el Islam, el Hinduismo o el Budismo, todas son religiones que no tienen nada que ver con el Dios verdadero, y menos con su Hijo, el Señor Jesucristo, quien es el único camino de salvación. Cristo dijo: “Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Ninguna de estas religiones conduce a Dios. Todos sus adeptos serán juzgados por sus obras y condenados: “Los cobardes e incrédulos, y abominables y homicidas, y fornicarios y hechiceros, e idólatras y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8). “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y entrar en la ciudad (la Nueva Jerusalén) por las puertas. ¡Fuera los perros (gentiles viles), y los hechiceros, y los fornicarios…!” (Ap. 22:14, 15). Los que se pierden son los que no han lavado sus ropas en la sangre de Cristo. Ellos se condenarán por sus obras injustas.