¿QUÉ ES UN VERDADERO ISRAELITA?

“Un israelita de verdad” es una expresión que el Señor Jesús usó para referirse a un creyente de verdad: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47). Lo dijo de Natanael empleando un juego de palabras. Jacob era un israelita con engaño. No todo Israel es de Dios. Solo algunos son israelitas de verdad. Isaías ha pedido que Dios considere que todos los judíos sean su pueblo. Había orado: “Mira, ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros” (Is. 64:9). Pero Dios no está de acuerdo con esta definición de quiénes realmente son suyos. Todos los hijos de Abraham (64:16) no son pueblo de Dios. Pablo se extiende largamente hablando de este tema. En la respuesta de Dios vemos lo que Él considera un verdadero hijo suyo.

Veamos:

El Señor dice que como en un racimo hay uvas buenas y malas, los buenos son “sus siervos” (Is. 65:8). “Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí” (65:9). Sus escogidos son sus siervos. Esto es muy profundo. Las personas que realmente conocen a Dios le sirven. Éstos son sus escogidos. Hay una acción de parte de Dios, los escoge, y hay una acción de parte de ellos, le sirvan. Dios dice: “Y será Sarón para habitación de ovejas, y valle de Acor para majada de vacas, para mi pueblo que me buscó” (65:10). Un verdadero creyente es una persona que busca a Dios. Esta es una actividad que dura toda la vida. Le hemos encontrado al Señor y le buscamos, a diario, continuamente. Es una disposición de corazón. Siempre estamos buscando al Señor.

El incrédulo, en cambio, es el que no hace caso del Señor, aunque se encuentre en la misma iglesia. De ellos Dios dice: “Llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y hicisteis lo que me desagrada” (65:12 y 66:4). Lo dice dos veces. El creyente oye a Dios. Es receptivo a su voz. Hace el bien. Responde al Señor y escoge lo que a Dios le agrada.

El Señor sigue haciendo diferencia entre los salvos y los no salvos: “Bendeciré a los que tienen un corazón humilde y arrepentido, a los que tiemblan ante mi palabra” (66:2, NTV). “Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra: vuestros hermanos que os aborrecen, y os echan fuera por cause de mi nombre”, y se burlan de ellos (66:5). Hay división en el mismo seno de la Iglesia. Unos toman en serio la Palabra de Dios y temen a Dios, y otros, ¡que son “sus hermanos”!, se burlan de ellos y los sacan de la iglesia. Esto se veía entonces y se ve ahora. El verdadero creyente es perseguido por el que dice creer lo mismo que él.

Y el verdadero creyente es uno que ama Jerusalén, la Santa Ciudad. Y ora por ella y llora por su condición: “Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todo los que os enlutáis por ella; para que manéis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis y os deleitéis con el resplandor de su gloria… Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y beberéis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba, y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida” (66:10-14). Ya estamos hablando de la nueva Jerusalén donde todos los siervos de Dios, los verdaderos israelitas, los creyentes de corazón, tanto judíos como gentiles, estaremos consolados eternamente.