“Así pastoreaste a tu pueblo para hacerte un Nombre glorioso” (Is. 63:14).
¡Dios se glorifica al salvarnos! Todo lo que hace para nosotros muestra su amor y generosidad al mundo que observa. El profeta empieza su intercesión recordando al Señor de sus maravillosas obras de salvación en el pasado y cómo glorificaron su nombre; está a punto de pedir que vuelva a hacer lo mismo para su derrotado pueblo.
“¡Mira desde los cielos, y contempla desde tu santa y gloriosa morada! ¿Dónde está ahora tu celo y tus obras poderosas? ¿Se ha estrechado la conmoción de tus extrañas y compasiones hacia mí?” (v. 15). Pregunta a Dios si ha cambiado. ¿Ha dejado de ser poderoso, tierno y compasivo? Tan pocos agarran a Dios y oran de esta manera. Está apelando al mismo carácter de Dios para moverle a actuar a favor de Israel como lo hizo en el pasado, porque es la misma Persona que fue entonces. Israel no merecía su gracia y liberación en tiempos pasados y evidentemente no las merece ahora, pero Dios actuó a favor de ellos entonces. ¡No ha cambiado nada! ¿Por qué no lo hace ahora? Dios glorifica su Nombre mostrando misericordia a los que no lo merecen.
Su próximo argumento es que Dios es su Padre y como tal debe librar a sus hijos: “¡No la reprimas, porque Tú eres nuestro padre! Aunque Abraham no nos conozca e Israel nada sepa de nosotros, Tú, oh Jehová, eres nuestro Padre; ¡Redentor nuestro desde la eternidad, es tu Nombre!” (v. 16). Su primer argumento se basó en el carácter de Dios, el segundo en su papel como Padre de la familia de Israel. Ningún padre abandona a sus hijos, sino que se compadece de ellos y les ayuda cuando están afligidos.
Su tercer argumento es muy fuerte: “¿Por qué, oh Jehová, permites que nos desviemos de tus caminos, y endureces nuestro corazón a tu temor?” (v. 17). Dios es Todopoderoso. Todo lo que hay es porque Dios lo ha permitido. Por lo tanto, Dios podría haber evitado que Israel pecase. Dice que Dios los hizo errar de sus caminos y endureció sus corazones para no temerle. El profeta cree que Dios todo lo puede, que puede cambiar el corazón de una persona y poner temor a Dios en él para que le obedezca. ¿Esto lo crees tú? Si lo crees, sabes cómo puedes orar para tus seres amados que están lejos del Señor.
“¡Vuélvete por amor de sus siervos, las tribus de tu heredad!” (v. 17). Vuelve. Israel es una ruina, pero es tu heredad. Hazlo por amor a tus siervos. “Por un momento nuestros enemigos poseyeron tu pueblo santo, y pisotearon tu Santuario. Hemos venido a ser como aquellos a quienes nunca gobernaste; como aquellos sobre los cuales nunca fue invocado tu Nombre” (vs. 18, 19). Somos llamados por tu Nombre. Si nos abandonas, tu Nombre sufrirá reproche. “¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras!” (64:1). Baja del cielo para salvarnos clama el profeta de Dios.
¡Esto es justo lo que Dios hizo en la Persona de Cristo! Rasgó los cielos y vino a salvarnos y hacerse un Nombre glorioso, nombre sobre todo nombre. Jesús significa Jehová salva. “Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). Esto es lo que vino a hacer en respuesta a la súplica de su siervo el profeta. Su oración, y otras parecidas, conmovieron el cielo y consiguieron que Dios bajase.