MISERICORDIA

“Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136:1, 2).

Todos hemos disfrutado de este hermoso salmo que intercala la frase “porque para siempre es su misericordia” después de cada frase. Nos enseña a ver la misericordia de Dios en todo lo que acontece. Pero hay algunas frases que nos pueden chocar, porque no vemos su relación con la misericordia de Dios. Por ejemplo: “Y arrojó a Faraón y su ejército en el Mar Rojo, porque para siempre es su misericordia” (v. 15). ¿Dónde está su misericordia a Faraón? “Al que hirió a grandes reyes, porque para siempre es su misericordia; y mató a reyes poderosos, porque para siempre es su misericordia; a Sehón rey amorreo, porque para siempre es su misericordia” (v. 17-19). Parece que Dios no mostró misericordia a estos grandes reyes, o a Sehón, el rey amorreo. No lo entendemos.

La explicación está en el significado de la palabra “misericordia”. Es la palabra hebrea “hesed”, que significa fidelidad a su pacto. Como Dios siempre mantuvo la parte suya del pacto a pesar de las inconsecuencias de Israel, este palabra llegó a significar misericordia, pero es misericordia a Israel, debida a su pacto con su pueblo, pero no con las otras naciones que eran sus enemigos. Enjuició a las otras naciones a causa de su fidelidad a Israel. El salmo está hablando de todo lo que hizo Dios por Israel debido a su pacto con su pueblo, no a su misericordia para todo el mundo.

Un ejemplo es el contraste entre los versículos 15 y 16. “Y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo, porque para siempre es su misericordia” (¡a Israel!). Salvó a Israel debido a su gran misericordia hacia ellos y destruyó a los egipcios que los perseguía para salvar a su pueblo. “Al que pastoreó a su pueblo por el desierto, porque grande es su misericordia”. ¡Qué contraste entre los que gocen de los privilegios de su pacto y los que no!

“Él es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia; y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia” (a Israel, ¡no a los enemigos!). Nosotros, también en Cristo tenemos una relación especial con Dios que no tienen los del mundo. Puede mostrarles misericordia o no a ellos, según su perfecta voluntad, pero nosotros ya hemos encontrado misericordia en Cristo, y en el nuevo pacto en su sangre.

En su profecía, inspirada por el Espíritu Santo, Zacarías hace referencia a esta maravillosa verdad: “Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nosotros padres, y acordarse de su santo pacto” (Lu. 1:71-72). La salvación de nuestros enemigos y de la manos de los que nos odian se debe a la misericordia de Dios hacía nosotros a causa de su pacto. Y la muestra más grande de esta misericordia es la salvación que nos ha dado en Cristo, salvación que Zacarías aquí profetiza. Reiteramos: “¡Para siempre es su misericordia!”. En Cristo hemos hallado misericordia eterna.