“No hay quien invoque tu Nombre, ni se afane para asirse de Ti” (Is. 64:7).
Meditando en la oración de Isaías a favor de Israel (Is. 63:15 a 64:12), aprendemos mucho acerca de la naturaleza de la intercesión eficaz. Para enumerar algunos principios:
· Esta oración está hecha por una persona que conoce a Dios, sabe cómo piensa, y es capaz de conmoverle con sus argumentos.
· El que intercede tiene que ser alguien que viva una vida de justicia, que ande en los caminos de Dios, y que haga su voluntad.
· Es motivado por la gloria del Nombre de Dios. Desea que Dios obre para darse a conocer, pide que se revele al mundo mostrando su gran misericordia al que no lo merece, y que obre grandes portentos para mostrar su poder.
· Le recuerda que es nuestro Padre, nuestro Redentor, nuestro Hacedor y que nosotros somos su pueblo.
· Es una oración desinteresada, ofrecida por otros, no por uno mismo.
· Es apasionada. Se esfuerza en presentar argumentos para hacer que Dios se mueva. Piensa. Recurre a argumentos que sabe que tienen peso con el Señor.
· Implora. Llora. Se emociona. Mente, emociones, voluntad, todo él está orando.
· Sufre con su pueblo. Está involucrado. Los ama de corazón. Le importan su futuro, su estado delante de Dios, y las consecuencias que sufrirán si no se arrepienten.
· Cree firmemente en la soberanía de Dios. Sabe que Dios tiene que tocar a una persona para que se arrepienta. ¡Es capaz de culpar a Dios si no lo hace!
· Es osado. Entra en la presencia de Dios con valentía; presenta sus peticiones con valor.
· Ora con vigor, con energía, con fervor. Tiene poder para con Dios.
· No acepta un “No” de parte de Dios cuando está pidiendo por el bien de otros, por su eterna salvación.
· Es consciente del pecado de la persona por la cual intercede, reconoce que Dios tiene toda razón en castigarle y su objetivo es advertirle y llevarle de nuevo a Dios, y para lograrlo, pide que Dios salga a su encuentro.