“Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20, 21).
Este texto es muy importante para dar una base sólida a nuestra fe que descansa en la Palabra de Dios. ¿Cómo sabemos que está Palabra es fidedigna? Aquí el apóstol Pedro nos contesta.
La primera cosa que tenemos que hacer es corregir la traducción. Debe rezar: “Ninguna profecía de la Escritura surge por iniciativa propia, porque la profecía nunca fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres hablaron de parte de Dios siendo guiados por el Espíritu Santo” (BTX). El texto está hablando del origen de las Escrituras, no de su interpretación. No dice “es” de interpretación privada, sino que no “procede” o “nace” o “surge” de interpretación privada. La Iglesia Católica usa este texto para enseñar que “doctores tiene la Iglesia” y que sus miembros pueden leer la Biblia, pero no interpretarla, que esta es de la sola y exclusiva competencia de la Iglesia. Las iglesias protestantes han enseñado que las Escrituras se tienen que interpretar en consonancia con otras Escrituras. Esto es cierto, pero esta enseñanza no procede de este texto. También es cierto que se tienen con interpretar con el Espíritu Santo, pero esta enseñanza procede de otro texto (1 Juan 2:27), no de este. Este texto está diciendo que los autores de la Biblia no inventaron lo que escribieron, sino que recibieron el texto sagrado de parte del Espíritu Santo.
El versículo siguiente lo explica: “santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. “Inspirados” es la palabra “soplada”, como el viento sopla un barco de velas y lo lleva. Estos santos hombres de Dios fueron llevados a escribir lo que escribieron por el Espíritu Santo. Jesús usó la misma palabra para hablar de la obra del Espíritu Santo. (En Hebreo “viento” y “espíritu” es la misma palabra). “El viento (o el Espíritu) sopla por donde quiere” (Juan 3:8).
No sabemos exactamente cómo estos santos hombres de Dios discernieron lo que Dios estaba diciendo. No se cree que fue un dictado audible, pero que en su espíritu oyeron la voz de Dios y el Espíritu Santo los llevó a escribir lo que Dios quería que escribiesen, con total exactitud. Esta Palabra que tenemos entre manos es el resultado de una colaboración entre hombres santos y el Espíritu Santo, y el resultado es la Santa Biblia, la inerrante Palabra de Dios. Sobre esta Palabra descansa nuestra fe.