LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO

“En cuanto a Mí, llegará el tiempo de congregar a todas las naciones y lenguas, y vendrán y contemplarán mi gloria. Y haré una señal entre ellas, y enviaré a los que huyeron de ellas (los sobrevivientes) a Tarsis, a Etiopía, a Libia, a Mesec, a Rosh, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no han oído mi fama ni han visto mi gloria, y ellos anunciarán mi gloria entre las naciones. Y… traerán a todos vuestros hermanos… hasta mi santo monte en Jerusalem” (Is. 66:19, 20).

¡Es brillante cómo Dios enlaza todas las cosas y concluye! Los dos temas que salen al final de Isaías son la petición profética de los burladores, que los creyentes se gocen al ver la gloria de Dios (66:5), y la oración de Isaías pidiendo que Dios descienda, que venga (64:1). Dios explica en esta sección final como estas dos cosas están relacionadas: ¡su venida en gloria traerá gozo! La segunda venida en gloria del Señor Jesús traerá gozo al creyente, pero vergüenza y confusión para el que no lo es (66:5).

En estos versículos que tenemos por delante, Dios habla de cómo el remanente de los judíos que han sobrevivido todos los males que han pasado a Jerusalén llevarán su gloria a otras naciones, y como gente de allí se convertirá y llegará a formar parte del Israel de Dios para ser incorporados en su pueblo y vivir en la Nueva Jerusalén donde se verá la gloria de Dios en toda su plenitud. Esta es una maravillosa profecía de la evangelización del mundo, la formación de la Iglesia, y finalmente, la reunión de todos los salvos de todos los pueblos, para habitar en la Ciudad Santa de Dios, judíos y gentiles unidos en Cristo, para la eterna gloria de Dios.

Dios empieza diciendo que hará una señal (v. 19). Una señal es algo profético que arroja luz sobre Dios y señala hacía Él, como la estrella de Belén. Cristo es la señal puesto entre las naciones. Él señala el camino a Dios, revela el Padre; por medio de Él conocemos al Padre, nos reconciliamos con Él y llegamos a Él. El resultado de su primera venida es que el remanente, es decir “los que huyeron de ellas (los supervivientes), anunciarán la gloria de Dios entre las naciones; evangelizarán. Los apóstoles eran el punto de lanza de este remanente de Israel que trajeron el evangelio de Jesucristo al mundo (Hechos 1:8). Dios los envió “a Tarsis, a Etiopía, a Libia, a Mesec, a Rosh, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no han oído mi fama ni han visto mi gloria, y ellos anunciarán mi gloria entre las naciones”. Esta es una visión profética de la evangelización del mundo, visión que se está cumpliendo en nuestros días.

Y ¿cuál es el resultado de esta actividad evangelística? “Traerán a todos vuestros hermanos… hasta mi santo monte en Jerusalem.” Estos conversos al Señor llegarán a formar parte del Pueblo de Dios. Dios los llama “vuestros hermanos”. Son gentiles que llegan a formar parte del pueblo de Dios, el Israel universal. Formarán parte de la comunidad de verdaderos adoradores de Dios: “Viene una hora cuando ni en este monte (Samaria) ni en Jerusalem adoraréis al Padre… Viene una hora cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (Juan 4:21, 23). Ya ha venido esta hora, ¡y llegará la siguiente hora cuando todos, judíos, samaritanos, y gentiles, adoraremos a Dios en Jerusalén de nuevo, la Jerusalén celestial! Iremos a su santo monte en Jerusalén. “Porque así como los nuevos cielos y la nueva tierra que voy a hacer…” (v. 22); esta es la hermosa visión de todos estos pueblos congregados en la Nueva Jerusalén.