LA CONVERSACÍON DE UN CREYENTE

“Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:18, 19).

La Epístola a los Efesios está dividida en dos partes. La primera habla de doctrina y la segunda de la práctica. En esta segunda parte, ¿qué nos dice acerca del habla de un creyente?

Algunos creyentes apenas hablan. Guardan su fe para sí mismos. Pero el creyente que está lleno del Espíritu Santo ama a los demás y desea edificarlos en la fe. Este deseo surge automáticamente como resultado de su relación con el Señor. Lo que le llena la boca sale de un corazón lleno del Señor. Así que se preocupa por ser de bendición a los demás. Si es tímido, vence su tendencia natural de no hablar. Se disciplina para no ser pasivo, para no hablar de lo trivial, no dominar la conversación, no siempre hablar de sí mismo, y hace el esfuerzo para edificar a los que tiene alrededor. Está “lleno de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19) y “lleno del Espíritu” (Ef. 5:18). Esto afecta muchísimo nuestro hablar.

El resultado será que hablemos la verdad en amor: “Hablando la verdad en amor, crezcamos en todas las cosas en Aquel que es la cabeza: Cristo” (4:15 BTX). “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (4:25). “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fe de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (4:29). Lo que no sirve para edificar, no debe salir de nuestra boca. ¡Entristece al Espíritu Santo! No hablamos para entretener, como los del mundo, sino para dar gracia a nuestros oyentes. “Quiten de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (v. 31). Todo esto entristece al Espíritu de Dios. No debemos hablar amargados o enfadados, contaminando a los que tenemos alrededor, ni debemos gritar de ira. Nada de conversaciones necias o lo que es perjudicial a una persona no presente. Esta no es la conversación de un creyente. Palabras feas, hirientes, calumniadoras, desanimadoras no deben salir de nuestras bocas.

Hablando de los no creyentes, Pablo dice que es “vergonzoso hablar de lo que ellos hacen en secreto” (5: 12). ¡Pero de esto está llena la televisión y el cine! Fascina a los no creyentes, pero no debe ser el entretenimiento de un creyente. “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”. El creyente está cantando alabanzas a Dios en su corazón, y por consecuente abre su boca para hablar de la melodía que tiene en su corazón a sus hermanos. ¡Es muy difícil tener el corazón lleno de amargura y abrir la boca para hablar de Dios! Pero si el corazón está lleno de alabanza a Dios, esta va a ser la nota predominante en su conversación.

Pablo pide a los creyentes que oren por él, “a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar” (6:19, 20). Lo que le preocupa de su estancia en la cárcel no es salir, sino el testimonio verbal. Dios le ha puesto dónde está, y allí es donde va a hablar del Señor. ¡Lo mismo nosotros!