DIOS Y NUESTRAS FAMILIAS

“Este es mi pacto que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti. Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendentes después de él” (Gen 17:10, 19).

Si hay una cosa obvia en las Escrituras es que Dios se compromete no solamente con una persona, sino con su descendencia después de él. Dios es el Dios de todas las familias de Israel (Jer. 31:1). “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deut. 7:9). “Él hace memoria de su pacto perpetuamente, y de la palabra que él mandó para mil generaciones” (1 Cron. 16:15). “Se acordó para siempre de su pacto; de la palabra que mandó para mil generaciones, la cual concertó con Abraham, y de su juramento a Isaac. La estableció a Jacob por decreto, a Israel por pacto sempiterno” (Sal. 105: 8-10).
Por medio de Abraham, Dios prometió bendecir todas las familias de la tierra: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gen. 12:3). ¡La obediencia de este solo hombre de fe trajo la bendición de Dios sobre todos sus descendentes! Todas las familias de la tierra han sido bendecidas en su Hijo, el Señor Jesucristo, que ofrece salvación a cada una.

Dios creó la familia y la ve como unidad. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios o bien bendice una familia, o bien castiga toda la familia. Un buen ejemplo es la familia de Acán. “Los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomo del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel” (Jos. 7:1). Dios no trata a las personas como individuos, sino como hijos de fulano, hijos del mengano, como aquí vemos en este texto. Este Acán desobedeció una orden de Dios y toda su familia sufrió la consecuencia. De hecho, todo Israel perdió la batalla debido a su pecado. “Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera el dinero, el manto, el lingote de oro (todo lo robado), sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y llevaron al valle de Acor” y allí le apedrearon (v. 24, 25). Su conducta contaminó a toda su familia. El pecado de un miembro de la familia trae sufrimiento sobre toda la familia.

La Iglesia es una familia de familias. Cuando un miembro peca, toda la iglesia es contaminada (1 Cor. 5), como todo Israel en el caso de Acán. Su pecado afecta la iglesia y también a su familia. Pero la obediencia de una persona también trae bendición sobre toda su familia: “El marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédulo en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Cor. 7:14). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). ¡Dios ama a tu familia, como tú amas la Suya! Y Él extiende su gracia a tu familia por amor a ti, porque te quiere, y quiere a todo lo que es tuyo. Su deseo es completar a cada familia, llevándolos, uno por uno, a Cristo. Cuando oramos en este sentido, sabemos que estamos orando en la voluntad de Dios.