“Escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones” (Is. 66:3).
¿Quiénes son estos que escogieron sus propios caminos? Son los otros, los que no son humildes, ni contritos de espíritu, ni tiemblan ante la palabra de Dios, sino que la desprecian y la reemplazan con sus propias ideas. Ellos han hecho su elección, y no ha sido los caminos que marcan la Palabra de Dios, sino los suyos propios: “Escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones”. Han escogido cosas que Dios detesta y llama abominaciones. ¿Están tristes por su alejamiento de Dios? No. ¡Están felices! Su alma deleita en las cosas que hacen. El mundo es un encanto para el no-creyente. Le gustan las fiestas, la juerga, el emborracharse, el sexo libre, el derrochar dinero en comidas lujosas, todo lo que brilla y promete pero no da, esto le gusta. Estan enredados en ganar dinero y gastarlo, y esta ocupación les hace feliz.
Dice Dios: “También yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada” (v. 4). Ellos escogieron lo que Dios no quiere, así que Dios escoge para ellos aquello que ellos no quieren. En lugar de obedecer lo que Dios decía, hicieron lo malo y escogieron lo que a Dios le desagrada. ¿Qué temen los del mundo? Esto es lo que Dios va a traer sobre ellos.
Notemos una cosa: los que han hecho esta elección en contra de lo que Dios quiere han oído la voz de Dios llamándolos, y no han respondido. Son culpables. Deliberadamente cerraron sus oídos a su voz. Esto es lo que está pasando hoy día en España. Se conocía la Palabra de Dios. Se sabía que Dios no quiere que matemos, ni que se cometa adulterio, ni el sexo fuera del matrimonio, ni que los hijos desobedezcan a los padres, sin embargo, se practica el aborto, el divorcio, el sexo libre, la homosexualidad, y los hijos tratan a los padres sin respeto, y si éstos los disciplinan, ¡la ley protege al hijo rebelde! El país entero ha escogido conscientemente lo que a Dios le desagrada. Un día se cumplirá lo siguiente: “Voz de alboroto de la ciudad, voz del templo, voz de Jehová que da el pago a sus enemigos” (v. 6).
Hay una marcada diferencia entre el creyente y el incrédulo. El primero escoge lo que a Dios le agrada. Se preocupa por hacer lo que Dios quiere. Su vida está orientada para complacer al Señor y todas sus lecciones pasan por esta línea: escoge lo que a Dios le gusta. Sabe lo que Dios quiere, porque conoce su Palabra y tiembla ante ella. Los otros también conocen la Palabra de Dios, pero no tiemblan. No tienen ningún reparo en hacer lo que Dios prohíbe, ni deseo alguno de buscar y hacer lo que Dios quiere. La Palabra de Dios ha salido tanto para los unos como para los otros. Lo que distingue al creyente es que tiembla ante ella y escoge lo que a Dios le agrada.