“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12: 18).
Si intentas comprender la conducta de una persona que ha sufrido abusos, ¡te puedes volver loca! Las personas que han sido víctimas de abusos sexuales o emocionales, malos tratos, el alcoholismo, drogas, el divorcio, abandonos, traumas, violencia, desorden en el hogar, o cosas parecidas, a menudo muestran una conducta incomprensible. Es en vano que intentamos encajarla dentro de nuestras ideas de lo normal. No encaja. Preguntamos: ¿Por qué se resiste a toda corrección? ¿No ve que se hace daño a sí misma? ¿No se da cuenta de que su conducta aleja a la gente? ¿Por qué no puede recibir un “no”? ¿Por que construye castillos en el aire? ¿No puede ver la realidad? ¿No puede verse como los demás le ven? ¿Por qué, por qué, por qué? Uno se vuelve loco intentando comprender lo que no tiene lógica. Es inútil. Das mil vueltas para comprender a esta persona y no llegas a ninguna parte. Déjalo.
Lo que sabemos es que el pecado distorsiona. Es torcido. No tiene lógica. Si Dios le había dado todo a Eva, ¿por qué no podía confiar en Él? Lo lógico es amar a Dios y obedecerle. Toda otra clase de conducta es contraproducente. No nos conviene. Hace daño a nosotros y a otros. No tiene sentido buscar nuestro propio sufrimiento.
En lugar de analizar el comportamiento de esta persona complicada, mejor buscar a Dios y hacerle las preguntas siguientes:
· ¿Qué relación quieres que tenga con esta persona? ¿Cuál es la relación óptima que pudo aspirar a tener con ella?
· ¿Qué le tengo que decir? ¿Qué actitud debo tener? ¿Qué cosas no debo permitir? ¿Qué pide que no le puedo dar?
· ¿Hasta qué punto puedo acercarme? ¿Cómo puedo protegerme de sus embistes en mi vida?
· ¿Qué responsabilidad tengo hacia ella? ¿Dónde termina?
· ¿Qué quieres que comprenda de mí misma por medio de mi relación con esta persona?
· ¿Puedo yo cambiarle? ¿Qué debo cambiar de mí misma?
· ¿Lo que me pasa con ella les pasa a todos los que se relacionan con ella o solo actúa así conmigo?
Las respuestas vendrán de la Palabra, bajo la dirección del Espíritu Santo. Dependen de quién es esta persona, si es esposo, madre, hermana, amiga, miembro de la iglesia, novio o mi pastor. Cada caso es diferente. Tengo que estudiar lo que dice la Biblia acerca de la relación y aplicarlo a mi caso. No es lo mismo una madre anciana, controladora e histérica, que una amiga o un novio. Necesito oír las directrices del Señor, recibir su sabiduría, su paz, su gracia y su amor para conducir la relación como Él quiere, poniendo los límites que Él marca, con metas realistas. No se puede esperar peras del olmo, pero si puedes disfrutar de su sombra. No puedo cambiar a la otra persona, pero puedo cambiarme a mí misma, y llevar esta relación sanamente con la ayuda de Dios. Esto es lo que quiero hacer.