“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
“A menudo el día se presenta interminable,
Las pruebas imposible de soportar,
Somos tentados a quejarnos, a murmurar y desesperarnos,
Pero Cristo pronto volverá para llevarse a su novia;
No habrá más lágrimas en el día eterno de Dios.
Todo habrá valido la pena cuando veamos a Jesús,
Las pruebas de la vida parecerán tan pequeñas cuando veamos a Cristo,
Una sola mirada a su amada cara borrará toda tristeza,
Así corre con paciencia la carrera hasta que le veamos a Él”.
Este fue el tema de Pedro y su motivación para seguir adelante, como vemos reflejado en su segunda epístola. ¿Cómo sabemos que Cristo volverá? ¿Cómo lo sabía Pedro? Porque Dios le dio un anticipo de la gloria divina y el poder de su majestad con los cuales volverá a reinar cuando estuvo en el Monte de la Transfiguración: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la [segunda] venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monto santo” (2 Pedro 1: 16. 18).
En este texto el apóstol no está hablando de su primera venida y los pequeños destellos de luz que vieron a través de sus milagros, sino de la segunda, la “parusía”, palabra empleado en este texto que en la Escrituras siempre se refiere a su segunda venida en gloria y majestad. Pedro vio esta gloria con sus propios ojos. Escuchó la voz de Cielo con sus propios oídos, y no solo él, sino los otros apóstoles que estuvieron con él también vieron y oyeron. No es un cuento chino, una fábula inventada por Pedro, sino una experiencia concreta, real y compartida con otros. Pedro no fue una persona mística, sino práctica, realista y normal. ¿Podemos poner nuestra confianza en lo que nos cuenta? Nuestra fe está basada en hechos históricos, experiencias reales de personas fiables, además de en las Escrituras (v. 19-21), como Pedro nos dice.
La gloria que será nuestra cuando Cristo vuelva nos anima a seguir con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús (Heb. 12 1, 2), siguiendo su ejemplo mientras esperemos su retorno. Que el mismo Espíritu de Dios aumente nuestra paciencia y refresque nuestros espíritus con esta bendita esperanza.