“Nosotros predicamos a Cristo crucificado… para los gentiles locura” (1 Cor. 1:23).
Hay un abismo de diferencia entre un creyente y una persona que no lo es. Chocamos no solamente por nuestra manera de vivir, sino más aún por las ideas tan diversas que tenemos, por nuestra manera de pensar. En nuestra vida práctica, “somos necios por amor de Cristo” (1 Cor. 4:10) ante los ojos del mundo. Nuestras metas no tienen nada que ver con las suyas. Ellos aspiran a tener éxito en la vida. Buscan riquezas, seguridad material, reconocimiento en su profesión, realización, felicidad, mientras que nosotros buscamos cosas espirituales: la cercanía de Dios, el conocimiento y la aprobación de Dios (Salmo 73). Tenemos nuestros ojos puestos en un Dios invisible y en una patria celestial. Estamos dispuestos a sufrir privaciones en esta vida por amor a la otra. Esto, en los ojos del mundo es locura.
Lo que creemos es más extraño aún: siempre estamos hablando de una Cruz. Ha habido millones de muertes dramáticas en este mundo, pero parece que tenemos una fijación con una sola. Miles han muerto crucificados, pero sólo hablamos de Uno. ¿Por qué damos tanta importancia a la muerte de una persona que murió hacia miles de años, tanta importancia que centramos nuestra vida en Él y estamos dispuestos a morir para Él? Esto ciertamente es locura.
¿Quién tiene razón, él que dice: “come, bebe y alégrate, porque mañana morimos” o el que deja el tesoro más grande de este mundo “teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Heb. 11:26)? No nos miremos con los ojos de este mundo, creyendo su evaluación de nosotros, sino con los ojos de Dios. “¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres… Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender… mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 1: 20-25 y 2:14 y 16).
El mundo tiene su mentalidad, sus valores y su estilo de vida. Nuestra vida no podría ser más diferente, porque nosotros tenemos la mente de Cristo.