LA GUÍA DE DIOS

“Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y noche. Nunca se apartó de delante del pueblo” (Ex. 13:21,22).

“Una columna de nube”. Así era la dirección de Dios al principio, muy fácil. La nube era muy grande, visible, no había ninguna dificultad en saber por dónde tenían que ir. Fueron guiados por la visible presencia de Dios.

Una vez establecidos en la Tierra Prometida, no necesitaba una dirección en cuanto al camino físico, sino en cuanto a cómo tenían que vivir, y esta dirección venía por medio de la ley. No tenían la presencia de Dios visible, sino la dirección por escrita en tablas de piedra. Tenían que leerla y obedecerla. Esto ya era un poco más difícil que la etapa anterior, porque no era seguir físicamente a Dios, sino seguir moralmente su palabra, y también por su propia carnalidad que complicaba su obediencia. “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno… Sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado… Pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago… No soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (ver Rom. 7:12-24). El problema con la ley es que no puedo cumplirla. No puedo amar a mi prójimo como a mí mismo (Lev. 19:19). Soy egoísta. Este reconocimiento ya me prepara para la tercera etapa: el ser dirigido por el Espíritu Santo.

“Si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis, porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom. 8:13, 14). Un cristiano es alguien que ha muerto a la carne juntamente con Cristo (Gal. 2:20) y ahora vive en el Espíritu y es dirigido por el Espíritu. Esta es una dirección íntima e interior, no exterior y visible, como la nube, y no es dirección por lo escrito, como bajo la ley, sino por medio de una Persona que vive dentro de nosotros. Esto es inmensamente superior, pero requiere mucha más preparación de nuestra parte. No es cambiar la ley del Antiguo Testamento por lo que está escrito en el Nuevo, sino aprender a vivir en relación directa con el Espíritu Santo.

Ser guiados por el Espíritu de Dios es la vida cristiana. Es el Espíritu quien nos abre las Escrituras y nos revela la voluntad de Dios. No solamente tenemos que conocerlas, tenemos que ser sensibles a la voz del Espíritu. ¿Qué nos está diciendo por medio de ellas? ¿Cuál es el pasaje que necesito en estos momentos? ¿Cómo me lo aplico? Es el Espíritu quien me lo dice. Por mi parte tengo que desear la voluntad de Dios, estar entregada a Él, estar en comunión con Él, sin ningún pecado que estorbe sin confesar y abandonar, y tengo que estar dispuesta a pagar el precio de hacer la voluntad de Dios. Tengo que haber puesto mi voluntad en el altar y temer y amar al Señor tanto que solo quiero la suya. Tengo que tener una vida de oración en la que oigo la voz del Espíritu mientras oro. Tengo que tener una comunicación establecida con el Señor en que le oigo. Tengo que ser sensible al Espíritu Santo, conocer sus caminos, amar a Dios con todo mi corazón, tener su reino como mi primera prioridad en la vida, y estar llevando una vida de justicia. Todo esto es la vida cristiana normal. Para ser guiado por el Espíritu, tengo que estar lleno del Espíritu y andar en la luz con Él. Que no nos desanimemos; el Señor mismo nos adiestra en el camino.