EL PLAN DE DIOS PARA LA VEJEZ DE JACOB

“Sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2).

Cuando una persona llega a cierta etapa en la vida, empieza a pensar en cómo va a vivir como pensionista, si debe trasladarse a una casa más pequeña cerca de la familia, cómo se va a financiar, su salud, cómo emplear el tiempo y temas relacionadas.
El futuro para Jacob no se presentó con muchas esperanzas. El país estaba en crisis. Había una gran sequía y la gente estaba pasando hambre. Los pastos se estaban secando y no había comida para el ganado, y la familia de Jacob eran pastores. José ya había enviado a sus hijos a Egipto dos veces a buscar comida. Las relaciones dentro de la familia no eran muy halagüeñas. Había tensiones, infidelidades y rivalidades. El hijo favorito de Jacob había desaparecido hacía muchos años y el viejo patriarca casi había perdido toda esperanza de volver a verle. Su esposa favorita se había muerto de parto dejándole con un hijo de recuerdo. Su vida había sido muy turbulenta y él ya era mayor. ¿De qué iban a vivir, y qué ilusiones guardaba que le dieran aliciente para seguir adelante? Parecía que la vida había dado con una pared. No había salidas.

Así estaba la situación y las perspectivas para el futuro cuando sus hijos volvieron de Egipto con comida trayendo la inesperada noticia que José estaba vivo, que les esperaba allí, y que toda la familia debería trasladarse: “Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él el señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera” (Gen. 45:26-28). Dios tenía todo el plan elaborado para los últimos años de la vida de Jacob que él ni había soñado en sus sueños más fantasiosos. Dios abrió una puerta en una pared donde no había nada, como abriría una senda en el mar para sus descendientes años más tarde. Dios es sorprendente. No se puede anticipar lo que Él va a hacer. Lo único que sabemos es que no defrauda, y no iba a dejar a su viejo siervo abandonado, muriendo de hambre y amargado.

Jacob no fue a Egipto para abrazar a su hijo y morir (46:30), sino para vivir 17 años más, disfrutando de él, rodeado de todos sus doce hijos, sus esposas y hijos, amplia y abundantemente provisto de todas sus necesidades por la generosidad de José, ¡y el gobierno de Egipto! Necesitaba todos estos años para digerir la maravillosa bondad de Dios, sus milagros, sus cuidado, su provisión, y su brillante y amoroso plan, reflejo de su fidelidad y incalculable amor.

Cuando nosotros pensamos en nuestra vejez, en perspectivas y posibilidades para el futuro, podemos dar con muchos incógnitos, pero el Dios de Jacob es nuestro Dios; se presenta para nosotros como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Dios eterno, inmutable, y el que proveerá para nosotros como proveyó para su viejo siervo. ¡Sus salidas son inesperadas y perfectas!