DISCIPLINA: TRES PREGUNTAS

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Heb. 12: 11).

Mi hermana, que es profesora universitaria en el departamento de educación, estaba hablando a un grupo de mujeres acerca de la disciplina de los niños. En el colegio, cuando un niño se porta mal, explicó, hay que sacarle del grupo y ponerle en una silla aparte para que se tranquilice y reflexione. Después de un tiempo la profesora le hace las tres preguntas siguientes:

1. ¿Qué hiciste mal?
2. ¿Qué deberías de haber hecho?
3. ¿Qué tienes que hacer ahora para rectificarlo?

El propósito de hacer las preguntas es ayudar al niño a comprender por sí mismo lo que está mal en su conducta. Si tú misma se lo explicas, igual no te escucha. Lo tiene que descubrir por sí mismo. Esto le enseña a resolver sus problemas de convivencia. Por ejemplo, si un niño ha dado un empujón a otro para quitarle de la cola y subir antes al columpio, las respuestas serían: “He empujado a Pedrito. Tenía que haber esperado mi turno en la cola. Ahora tengo que pedirle disculpas”. Si ha quitado un juguete de otro diría: “He quitado el camión de Juanito. Él lo tuvo primero. Tengo que compartir. Si lo tiene él, tengo que jugar con otra cosa o esperar que él termine”. Después el niño vuelve a jugar con los demás. Le das la oportunidad para mostrar que puede hacerlo bien. Es importante mostrarle cariño al niño; que aunque haya roto una de las normas de la clase, todavía le quieres. Rechas la mala conducta, pero no a él.

Normalmente lo que se hace es sacar el niño del grupo, decirle lo que hizo mal, preguntarle si se va a comportar bien ahora, y, si dice que sí, dejar que vuelva al jugar con los demás. Es mucho mejor que él mismo diga lo que ha hecho mal, que piense en las otras opciones que tenía, y cómo puede poner bien lo que hizo mal. Así aprende. Luego tú le observas. Cuando hace algo bien hecho, se lo dices. Por ejemplo: “Carlos, me ha gustado mucho como le has dado el coche a Felipe cuando te lo pidió. Esto está muy bien”. Si es un niño problemático, busca la forma de conectar con él. ¿Qué le interesa? Por ejemplo, a un niño de siete años le gustaban mucho los dinosaurios. La maestra encontró un artículo en la prensa acerca del descubrimiento de uno nuevo y se lo trajo al niño. El niño estaba encantado. Ganó su amistad para siempre.

Estos mismos principios se pueden aplicar en la escuela dominical, en el hogar y en la iglesia misma. Si hay una mujer en el grupo de señoras que hace algo para irritar a las otras y se le rehúyen, pregúntale lo que hace para que le evitan. Puede ser que habla demasiado, o que interrumpe, o que siempre llama la atención a sí misma. Es importante que ella misma lo descubra y que piense en lo que puede hacer para rectificar. Dios hace esto con nosotros. Nos lleva a comprender lo que está mal en nuestra conducta. Deja que reflexionemos. Pide que tomemos pasos para cambiar lo que estamos haciendo mal y adoptemos otras maneras de relacionarnos con la gente. Cuando lo hacemos bien, nos lo hace saber. Nunca nos rechaza, solo nuestra conducta equivocada. Y busca maneras de conectar con nosotros para fomentar la relación.