ACÓGETE TÚ A LA PROMESA

“Si yo cierro los cielos para que no haya lluvia, o si mando la langosta para devorar la tierra, o si envío pestilencia entre mi pueblo, y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi Nombre, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos cominos, entonces Yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Cron. 4:13, 14).

            Aquí tenemos una promesa similar a las que hemos visto en Levítico y en Deuteronomio. En efecto, lo que Dios está diciendo es que, cuando su pueblo peca, Él se verá obligado a enviarles sequía, una plaga de insectos, la pestilencia y la mortandad por su desobediencia con el fin de hacerlos volver a Él. Notemos que las consecuencias del pecado son los menores enumerados en los libros de Levítico y Deuteronomio, causadas por el incumplimiento de la ley. Este es un aviso leve; sin embargo es calamitoso. Y son las mismas consecuencias en la Iglesia: sequía, poco fruto y mortandad. ¿Cuál es el remedio? (1) Orar; (2) Buscar el rostro de Dios; (3) Convertirnos de nuestros malos caminos. Este último es más que arrepentimiento. Es arrepentirse, dejar el pecado y poner en práctica el bien. Si cumplimos con estas condiciones, Dios nos oirá, perdonará nuestros pecados, y sanará nuestra Iglesia. Este último significa más que enviar la lluvia y quitar la langosta que todo lo devora. Es hacer que la tierra sea productiva y que el pueblo goce de la abundancia y bendecirles con salud para sus cuerpos. Y para la Iglesia significa cosechas abundantes.

            ¿Nosotros vivimos en un país donde hay abundancia de comida y la tierra es bien conservada, hermosa y productiva? ¿Todos gozamos de buena salud? ¿Está la gente próspera y feliz? ¿No estamos más bien luchando económicamente  y sufriendo achaques de todas clases, y enfermedades devastadoras? ¿Hay justicia y oportunidad para todos? ¿Tenemos la profunda paz y el bienestar que vienen de Dios, porque hay paz con Dios y con el prójimo? Si no, los creyentes tenemos trabajo que hacer. La Iglesia está igual que el país.             Pero notamos que el texto dice: “Si se humilla mi pueblo”. Esto significa que la Iglesia tiene que humillarse y buscar a Dios, confesando sus pecados y emprendiendo otra manera de vivir, según la ley de Dios en el Nuevo Testamento, que incluye la mayor parte y los principios de la ley del Antiguo, como ya hemos visto, es decir, una vida de santidad.

            ¿Cuáles son los pecados que hemos cometido en incumplimiento de las instrucciones de Dios en el Nuevo Testamento? Falta de amor entre los creyentes, divisiones; falta de santidad en el pueblo y en las vidas de sus líderes; no enseñamos, ni disciplinamos a nuestros hijos en los caminos del Señor, muchos son rebeldes; hemos abandonado el costumbre de reunirnos y orar los unos por los otros; no le damos al Señor lo que le corresponde de nuestro dinero, ni de nuestro tiempo, no administramos todo lo que tenemos para Él; no damos buen testimonio en la calle; no nos vestimos como conviene a santos; no evangelizamos; no conocemos la Palabra de Dios, la encontramos aburrida y desfasada; no atendemos a nuestros mayores, ni a nuestros pobres; limitamos nuestra espiritualidad a dos horas cada domingo; no hemos entregado nuestra vidas al Señor para vivir exclusivamente para Él; no conocemos a Dios, ni le amamos con todo nuestro corazón. Frente a este panorama, tenemos mucho trabajo que hacer los que hemos entendido estos principios. Tenemos que orar y humillarnos delante de Dios y confesar el pecado de nuestro pueblo como nuestro, como hicieron Daniel y Nehemías. Después Dios hará su parte, traerá restauración y sanidad.