ACEPTACIÓN Y CAMBIO

“El amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

“Me tienen que aceptar tal como soy”. Esto es cierto, pero yo tengo que cambiar para que les cueste menos. Son dos verdades independientes. Mucha gente no quiere cambiar, no quiere aprender lo que está haciendo que ofende a otros, e insiste en que los demás tienen que aceptarles tal como son. Esto es egoísmo. Es pensar en uno mismo y no en cómo su conducta afecta a otros. Es poner una carga muy fuerte sobre otras personas. Es exigir de ellos lo que uno no está dispuesto a dar, porque estas personas raras veces piensan en los demás, pero quieren que los demás les tengan consideración a ellos. Piensan en sí mismos y quieren que los demás hagan el esfuerzo de perdonarles, de pasar por alto sus defectos, y de dar por normal un comportamiento que no lo es. Han entendido bien lo que Dios pide de los demás, pero no han entendido lo que Dios pide de ellos.

¡La iglesia es un hospital psiquiátrico! Dios siempre ha querido que las relaciones entre su pueblo fuesen buenas y sanas. “Cada uno temerá a su madre y a tu padre. No oprimirás a tu prójimo. No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande. No andarás chismeando entre tu pueblo. No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová. Cuando el extranjero morare con vosotros… no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo” (Lev. 19). ¡Esto tiene que ser una descripción de la convivencia en la iglesia! Dios no ha cambiado. La diferencia es que nosotros ahora tenemos al Espíritu Santo para poder poner en práctica la voluntad de Dios. Esto conduce a una convivencia hermosa en la iglesia. Se basa en el amor. Toda esta enseñanza está repetida en el Nuevo Testamento.

Esto es lo que Dios espera de mí, que respete a mis padres, que valore y aprecie a los mayores, que acepte a los extranjeros en la congregación, que no haga excepción de personas, y que no aborrezca a nadie, sino que los ame. Pero si soy extranjero, no quiere decir que no tenga que adaptarme al país y que vaya exigiendo que acepten cosas que chocan con la mentalidad de los demás. Si soy madre o padre no tengo que exigir que mis hijos me respeten si los vaya ofendiendo. Si soy mayor no puedo ir exigiendo que me tenga en consideración si no estoy dispuesta a poner de mi parte. No puedo ofender y luego exigir el amor. Pero si soy el ofendido, tengo que perdonar y amar. No tengo que ir pensando en lo que me deben a mí, sino en lo que les debo a los demás. Este es el énfasis bíblico. Los demás me tienen que amar, ¡pero yo debo facilitárselo! Tengo que ser sensible y ver lo que hago que ofende, y hacer los cambios necesarios para que no cueste nada amarme! ¡Que el Señor nos ayude a todos a facilitar la armonía y el amor en nuestras relaciones interpersonales cumpliendo con la parte que nos corresponde!