¿QUÉ ESPERARÉ?

“Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Me esperanza está en ti. Líbrame de todas mis transgresiones” (Salmo 39:7, 8).

            ¿Estoy esperando que se realicen sueños míos, o lo que Dios quiere darme? ¿He puesto mi corazón en lo que yo quiero y lo confundo con la voluntad de Dios? ¿Insisto en que Dios me dé lo que yo pido? ¿Sé distinguir? Miremos el ejemplo del apóstol Pablo. Él no tuvo el sueño de llevar el evangelio al mundo pagano; fue la voluntad de Dios, fue su llamado (Hechos 9:15). El plan procedió de Dios, no de Pablo. ¿Por qué escogió a Pablo para este ministerio y no a Pedro? Pablo tuvo la preparación necesaria, la formación académica, la personalidad y el carácter para esta tarea, además de la devoción, la pasión y la valentía que hicieron falta. Pudo adaptarse a diferentes culturas por sus estudios, sus idiomas, y además tuvo una profesión que le permitía mantenerse económicamente independiente. ¡Pedro no podía llevar su barco consigo a todas partes para vivir de la pesca! Se necesitaban dones de liderazgo. Pedro se dejaba llevar por las influencias que tenía alrededor. Pablo tuvo la humildad para servir y la fuerza de personalidad para confrontar. Pudo hacer amigos y formar equipos que seguían funcionando aun después de su muerte. Dios no escogió arbitrariamente. Pablo fue un “instrumento escogido”, preparado por Dios desde su nacimiento para hacer el trabajo que Dios quería que hiciese.

            ¿Cómo sé si lo que deseo es simplemente un sueño o si es la voluntad de Dios para mí? ¿Tengo la preparación necesaria? ¿Tengo la personalidad y el carácter para ello? ¿Tengo las financias? ¿Dios me ha mostrado que proveerá para mí? ¿Tengo la salud necesaria? ¿Tengo los dones necesarios? ¿Se ven los frutos del Espíritu Santo en mí? Dios no te va a llamar a ser pastor si no tienes dones de enseñanza, si no conoces la Biblia, si no conoces al Señor profundamente, si no te llevas bien con la gente, si no puedes aconsejar, y si tu vida no es ejemplar. No te llamará a escribir si no puedes expresarte. No te llamará a ser misionero si no tienes dones lingüísticos.

            El llamado y la visión vienen de Dios. No es algo que tú te empeñas en hacer porque es lo que tú quieres. La oración es: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Me esperanza está en ti. Líbrame de todas mis transgresiones”. El Señor es quien me dice lo que tengo que esperar, no los deseos engañosos y egoístas de mí corazón. Por esto viene la segunda parte de la oración: “Líbrame de todas mis transgresiones”. No quiero buscar mi propio plan, sino el plan de Dios.

            Cuando Dios te llama, te prepara, te financia, te da salud y moldea tu carácter. Te llama a algo que te va, que es lógico y perfecto para ti, algo que su divina y sobrenatural gracia te capacita para realizar. Es algo que disfrutas haciendo, como Pablo disfrutaba evangelizando, fundando iglesias, formando líderes, y amando a la gente. Es algo que funciona, y algo en el cual Dios se glorifica al llevarlo a cabo, porque supera todo lo que pudieses haber esperado, porque has esperado en el Dios Omnipotente.