MANTENER LA PERSPECTIVA CORRECTA

“Una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros… la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En los cual vosotros os alegráis, aunque ahora, por un poco de tiempo, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas” (1 Ped. 1:4-6).

            Esta es la perspectiva que hemos de mantener: el sufrimiento presente es por un poco de tiempo mientras la gloria que nos espera es eterna. Pedro empieza y termina su epístola con el mismo pensamiento: “Y el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, después de que padezcáis un poco de tiempo, él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá, establecerá” (1 Pedro 5:10). Esperamos “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Lo que nos pasa ahora no es nada en comparación a lo que nos espera. Este es el enfoque que capacitó a Pedro a enfrentar el martirio. El apóstol Pablo nos enseña lo mismo: Somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:17, 18). Hemos de pensar: “Lo que estoy pasando hora es solo por un poco de tiempo; lo que me espera es gloria eterna”.

Una vida breve es aquí nuestra porción: tristeza breve, preocupación momentánea; / la vida que no conoce fin, la vida sin lágrimas, está Allí.

O feliz retribución, trabajo breve, descanso eterno; / para mortales y pecadores: ¡una mansión con los benditos!

Allí, la pena se convierte en placer, tal placer que aquí abajo ninguna voz humana pueda pronunciar, ningún corazón humano conocer.

Ahora peleamos la buena batalla, pero Entonces llevaremos la corona / del vencedor; victoria ganada, conflicto terminado, eterna y rebosante paz.

Ahora velamos y luchamos; ahora vivimos en esperanza, / y Sion, en su angustia, tiene que convivir con Babilonia.

Pero Aquel en quien confiamos ahora, entonces será visto y conocido, / y aquellos que le conocen y le ven, le tendrán por posesión propia.

La mañana se despertará, las sombras desvanecerán, / y cada siervo de corazón sincero brillará como el día perfecto.

Allí, Dios será nuestro Rey y nuestra porción, / en la plenitud de su gracia, / y nosotros Entonces le veremos para siempre, y le adoraremos cara a cara.

¡O dulce, y bendito país, el hogar del los elegidos de Dios; / o dulce y bendito país, que expectantes corazones esperan!

Jesús, en tu misericordia, llévanos a aquella amada tierra de descanso; / tú quien eres con Dios el Padre y el Espíritu Santo, eternamente bendito.                                                                                                                                      

Bernardo de Cluny, siglo XII