“Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto…” (Lev. 26:14, 15).
Hemos visto las bendiciones que seguirán la obediencia a ley de Dios, ahora las consecuencias de no obedecerla. Hay aproximadamente el doble de espacio dedicado a este apartado. Hay cinco consecuencias, y todas ellas justo las contrarias a la bendición prometida. No son castigos, sino el resultado inevitable si Dios quita su bendición. Juntamente con la comunicación de la ley viene el aviso de lo que se puede esperar si no se cumple. Estas consecuencias van de menor a mayor, cada vez más drásticas y devastadoras. El pueblo fue avisado con tiempo, pero trágicamente no hizo caso y tuvo que experimentar en sus carnes lo horrible que es vivir fuera del amparo de la gracia de Dios, sin su bendición. Aquí están las consecuencias:
1. La enfermedad, el hambre y la derrota (v. 16, 17). “Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos” (v. 17). Perderán su libertad y serán gobernados por otros.
2. La sequía. “Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce” (v. 18, 19). Notemos que el pecado es el resultado del orgullo humano que cierra los oídos a los mandamientos de Dios. Es la obstinación humana que elige su propio camino por encima al camino de Dios.
3. Ser atacados por animales salvajes. “Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír… enviaré también contra vosotros bestias fieras que os arrebaten vuestros hijos y destruyen vuestro ganado” (v. 21, 22).
4. La devastación. (vs. 23-26). “Y si con estas cosas no fuereis corregidos, sino que anduviereis conmigo en oposición, traeré sobre vosotros espada vengadora” (v. 23, 25). Sufrirán asedio de sus enemigos, plagas, y derrota. Será porque Dios ha retirado su protección y esta será la consecuencia.
5. La destrucción total (vs. 27-39). Las ciudades y los santuarios serán arrastrados, los ídolos destruidos, las personas muertas, comerán a sus propios hijos para no morir de hambre, la civilización será destruida y la gente deportada. De esta manera la tierra podrá reposar: “Todo el tiempo que esté asolada, descansará por lo que no reposó en los días de reposo cuando habitabais en ella” (v 35). La bendición está relacionada con la tierra y la maldición con ser echados de ella. Israel dejará de existir como nación.
Esto es justo lo que pasó tal como vemos al final del libro de Jeremías y en el libro de Lamentaciones. Jerusalén fue destruida y el templo arrasado en 587 a. C. Los que no murieron fueron deportados a Babilonia y los pocos que quedaron en la tierra fueron dispersados. La nación dejó de existir en exacto cumplimiento del aviso de Dios. La palabra de Dios se cumplió a rajatabla.
El capítulo termina con una nota esperanzadora, pero antes de apresurarnos a llegar a ella, vamos a parar un momento para reflexionar sobre la importancia de escuchar a Dios con la humilde intención de poner en práctica la palabra que oímos.