“En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová” (Lev. 23:5).
1. La Pascua: la celebración de liberación y salvación. Cada año Israel tenía que recordar que, cuando eran esclavos en la tierra de Egipto, Dios intervino con su brazo fuerte, trayendo juicio sobre la nación opresora y liberación para su pueblo amado. No fue por la potencia y proeza militar de los pobres esclavos, sino por Su gracia divina. Se celebraba la Pascua sacrificando un cordero, recordando que fue su sangre que les había librado del ángel de la muerte, y se comía su carne. El Cordero es Salvador y Juez: o bien eres redimido por su sangre ahora, o bien eres objeto de “la ira de Cordero” en el juicio final. Jesús, en la celebración de la pascua con sus discípulos, anunció que ofrecía su sangre en remisión del pecado y su cuerpo partido para nuestra salvación. Como iglesia esta es la fiesta que celebramos cada semana en la mesa del Señor.
2. La fiesta de los panes sin levadura: la celebración de la victoria sobre el pecado. Dios alimenta, Jesús es el Pan de Vida. Esta fiesta empezó el día después de la Pascua y duró siete días. Se tenía que quitar toda la levadura de la casa, que representaba limpiar la vida de toda corrupción, y comer pan sin levadura, que recordaba la noche que salieron de Egipto con prisa, sino que hubiese tiempo para que el pan subiera. “Limpiaos, pues de la vieja levadura, para qué seáis nueva masa, sin levadura como sois, porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Cor. 5:7, 8). Como cristianos podemos sacar cuatro lecciones de esta fiesta: Darnos prisa para obedecer a Dios; somos peregrinos; debemos examinar nuestra vida regularmente para quitar el pecado que corrompe; alimentarnos espiritualmente de buena comida, libre de contaminación del mundo.
3. La ofrenda de los primeros frutos: la celebración de la resurrección. Dios reclama lo primero, lo más fresco y lo mejor en nuestras vidas. Cristo es primicias de la nueva cosecha de Dios. Esta fiesta recordaba a los israelitas cuando tomaban posesión de la tierra prometida y disfrutaban de la cosecha temprana de cebada. El pueblo puede disfrutar del resto de la cosecha cuando haya dado lo primero a Dios. La ofrenda “mecida” debe ir acompañada de un holocausto y una ofrenda de cereal. Aquel día era de gran celebración. Simboliza la resurrección de Cristo, el Segundo Adán, primicias de una nueva raza: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Cor. 15:20). Nos recuerda que nosotros también resucitaremos como Él. Mientas tanto nosotros ahora disfrutamos de “las primicias del Espíritu”; un día lo tendremos en toda su plenitud.
(Consultando el comentario antiguo testamento Andamio: Levítico. Derek Tidball)