“En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación” (Lev. 23:24).
Con nuestra meditación sobre las trompetas aprendemos una lección muy importante. Es Dios quién nos convoca a su santa presencia. La invitación procede de Él. El ciudadano no convoca a su rey, es al revés, el rey invita al sujeto a tener audiencia con él. El sonido de las trompetas era la voz de Dios convocando a su pueblo a reunirse en su presencia. Es una santa convocatoria de parte de Dios. Y de parte del pueblo, ¿qué? ¿Cómo tenía que prepararse el pueblo de Dios para entrar en su presencia? La preparación del corazón es absolutamente necesaria. Había que dejar el trabajo cotidiano y apartar tiempo para Dios, humillarse delante de Él, afligir sus almas, arrepentirse y buscar la reconciliación con Él. La trompeta del día uno del mes séptimo anunciaba diez días de preparación, porque: “A los diez días de ese mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestros Dios” (v. 27, 28).
La preparación del corazón sigue siendo necesaria para entrar en la presencia de Dios para su pueblo hoy día. No se puede irrumpir en la sala del trono del Rey sin la necesaria preparación. La trompeta suena cada domingo. ¿La oímos? ¿Nos preparamos? En el libro de Nehemías el primer día del mes séptimo sonó la trompeta para reunir al pueblo: “Venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades; y se juntó todo el pueblo como un solo hombre” y el sacerdote Esdras los leyó del libro de la ley (Neh. 8:1). “Todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” (v. 9). Les preparó el corazón. ¡Benditas lágrimas las que me llevan a Dios! Con el arrepentimiento vino el perdón y el gozo del Señor (Neh. 8:10).
En el libro del Joel sonó el trompeta para convocar al pueblo: “Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, día de tinieblas, y de oscuridad, día de nube y de sombra”. En el caso de alguien que está lejos de Dios, ¿cuál es la preparación de corazón necesaria? El Señor mismo nos contesta: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo… Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea… Reunid al pueblo, santificad la reunión… y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo” (Joel 2:12-17).
¿Cuál es la condición de nuestro corazón como pueblo de Dios? ¿Hemos oído su santa convocatoria? Para entrar en su presencia como congregación, hemos de preparar nuestro corazón mediante la aflicción del alma y el arrepentimiento, para buscar a Dios en verdad y santidad. Entonces su santidad desciende sobre nosotros como congregación. La consecuencia es el gozo de su presencia que es nuestra fortaleza para vivir santamente delante de Él.