BENDICIONES Y MALDICIONES

“Y sucederá que si oyes atentamente la voz de Yahweh tu Dios para obedecer, para guardar todos sus mandamientos, que yo te ordeno hoy, también Yahweh tu Dios te levantará sobre todas las naciones de la tierra. Y por haber obedecido la voz de Yahweh tu Dios, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas bendiciones” (Deut. 28:1,2).

            Aquí tenemos una repetición de lo que hemos estado estudiando en el libro de Levítico. Es el mismo patrón: tenemos una sección sobre las bendiciones que seguirán a la obediencia a la ley de Dios, las maldiciones si no obedecen, y la gracia y misericordia cuando son castigados, si reconocen su pecado y se arrepienten.

Bendiciones (Deut 28:1-14): Las bendiciones aquí enumeradas son las mismas que vimos en Levítico. Incluyen bendiciones familiares, muchos hijos, bienes materiales, abundancia de cosechas, paz, seguridad y prosperidad.

Nos tenemos que preguntar: ¿Por qué serían tan necios como para no obedecer a Dios? Sus leyes son perfectas, justas, sensatas, y conducen a una vida de paz y bienestar. ¿Por qué quieren destruir sus vidas? ¿Por qué quería una nación venir a la ruina económica, como España, llena de inmoralidad, con leyes injustas, angustiante desempleo e insuficiente cobertura médica para la gente? Hemos subido una generación de hijos que no respeta la ley de Dios, desobedientes a sus padres, indisciplinados, e incapacitados para mantener un trabajo. El país está lleno de extranjeros que sí que tienen valores familiares y prosperan. Las maldiciones son las que estamos experimentando hoy. El país que una vez profesaba fe en Dios, ahora lo ha abandonado, y estamos cosechando las tristes consecuencias.

Maldiciones (Deut. 28: 15-68). Las maldiciones son terribles: “Jehová enviará contra ti maldición, quebranto y consternación en todo cuanto pongas la mano para hacer, hasta que seas destruido y perezcas rápidamente, a causa de la maldad de tus acciones, por las cuales me habrás abandonado” (v. 20). Incluyen enfermedades, sequía, robos de sus bienes, ataques enemigos, sitios, derrotas y exilio. El sitio será tan horroroso que: “por la angustia con que te oprimirá tu enemigo durante el asedio, te llegarás a comer el fruto de tu vientre… La más refinada y delicada entre ti, mirará con malos ojos al varón de su regazo, y a su hijo y su hija, y a su placenta que sale de entre sus piernas, y a sus hijos que dé a luz, pues se los comerá a escondidas, al faltar todo en la opresión y en la angustia con que te atormentará tu enemigo en sus ciudades” (vs. 53, 56, 57). Y esto es justo lo que pasó en tiempos de Jeremías cuando Jerusalén fue sitiado por el ejército de Nabucodonosor.

Pero, si vuelvan al Señor, habrá restauración y prosperidad. Es lo mismo que leemos en Levítico. “Si te vuelvas a Yahweh tu Dios, y obedezcas a su voz, conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y toda tu alma, entonces Yahweh volverá tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de todos los pueblos adonde te haya esparcido Yahweh tu Dios” (Deut. 30:2, 3). ¡Asombroso! ¡Fenomenal!  Tenemos un Dios mucho mejor de lo que merecemos. Él ha tomado en cuenta nuestra condición humana y nuestra inclinación a ir por nuestros caminos y apartarnos de lo sensato. No espera perfección, sino arrepentimiento, ¡y esto es lo que nos cualifica para recibir su bendición!