“No deshonrarás a tu hija para prostituirla, no sea que la tierra se prostituya, y la tierra se llene de perversión” (Lev. 19:29).
Varias cosas de este versículo chocan con nuestra mentalidad del Siglo XXI. El mandamiento se dirige a los padres, porque las hijas estaban bajo su autoridad hasta que se casasen. A lo largo de la historia, muchas sociedades han vendido a sus hijas a la prostitución, y en nuestros tiempos se sigue haciendo. Niñas pequeñas están siendo vendidas a la esclavitud sexual, sujetas a una vida de violación y depravación. Hay mafias enteras que se encargan de estas abominaciones. Recordaremos como la famosa misionera irlandesa Amy Carmichael entraba en los templos hindúes de la India, hace más de un siglo ya, para rescatar a niñas vendidas por sus padres para la prostitución cultual. ¡Hoy día la prostitución es una profesión legalizada! Hay mujeres que escogen esta vida para ganarse el pan y pretenden ser respetadas como las de cualquier otra profesión. No en la mentalidad de Dios. Dios no la considera justa. Corrompe al país.
“Delante de las canas le levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová” (v. 32). Nuestra sociedad va al revés de lo establecido por Dios. En lugar de honrar a los mayores y mostrarlos respeto, consultarlos y tenerlos en alta estima, son marginados, y, si puede ser en un asilo para la tercera edad, mejor. Hoy día los niños no están siendo enseñados a respetar a los mayores. En lugar de agachar la cabeza y acatar a lo que dicen, ¡rechistan! ¡Impensable hace solo un par de décadas! En la España de antes, cada casa tenía sus mayores y formaban una parte productiva de la familia. Si no podían trabajar en los campos, podían atender a los hijos pequeños, ayudar en la cocina, o estar al lado de la chimenea para contar historias de años pasados y limpiar habas. Los abuelos formaban una parte integral de la familia. Eran amados y venerados. No se puede esperar mucho de una sociedad que tiene hijos rebeldes, padres divorciados, y abuelos en un asilo.
“Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo… Yo Jehová” (v. 33, 34). Aquí tenemos al Señor otra vez protegiendo al desventajado, lo mismo que protege a los pobres, minusválidos, niños pequeños y ancianos. ¡Qué moderno es la ley de Dios! Quiere que el extranjero sea recibido y tratado bien. En cuanto a grupos minoritarios, lo que estamos viendo en las noticias son masacres masivas de estos grupos en muchos lugares, como en Columbia, Méjico, Irak, Nigeria, Ucrania, etc. La Palabra de Dios revela la justicia, y las noticias de nuestros días revelan la depravación del hombre en la actualidad.
El capítulo termina con la honestidad en el comercio, en el día a día: “No hagáis injusticia: balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis. Yo Jehová” (v. 35, 36). Cada aspecto de la sociedad tiene que ser justo. Si compras un kilo de fruta, que sea un kilo. Sin trucos, sin manzanas podridas. “Guardad, pues, todos mis estatutos, y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra. Yo Jehová” (v. 37). ¡Qué Dios como el nuestro, que vela por lo grande y lo pequeño, la justicia en todos los órdenes de la vida!