“POR ESO ORARÁ A TI”

“Por eso orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado” (Salmo 32:6).

            Hay ciertas condiciones necesarias si queremos que Dios atienda a nuestras oraciones, y ciertos beneficios si las cumplimos. Este salmo empieza hablando de la experiencia del salmista. Antes de confesar su pecado estaba mal: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día” (v. 3). Su estado espiritual afectó hasta su salud. Perdía las fuerzas como un viejo, gemía. Era porque la mano de Dios pesaba sobre él, para llevarle al arrepentimiento: “Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano” (v. 4). El Señor no quería perderle. Le tuvo que tocar para hacerle reaccionar. Y surtió efecto: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad”. Dijo: “Confesaré mis transgresiones a Jehová” (v. 5). ¿Y qué pasó? El mismo lo cuenta: “Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (v. 5). ¡Fabuloso! Confesó su pecado. Tardó mucho en hacerlo, pero cuando finalmente lo hizo, Dios le perdonó.

Continúa diciendo: “Por eso orará a ti todo santo…”. ¿Por qué cosa? Por ser perdonado. Esto es lo que hace posible la oración. Mientras abrigaba el pecado, no estaba en condiciones para orar. Ahora sí. ¡Ahora es un santo! Maravillosa verdad. Ha pasado de culpable a santo. Y como santo puede orar y experimentar los beneficios aquí nombrados:

·       “Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él” Tendrá protección del mal que está pasando alrededor. Porque Dios le guardará: “Tú eres mi refugió; me guardarás de la angustia” (v. 6, 7).

·       ¡Estará cantando! Si no tuviera al Señor, estaría angustiado, pero no; está confiando en Él y está cantando sus alabanzas: “Con cánticos de liberación me rodearás” (v. 7). ¡Está libre!

·       Tendrá la dirección del Señor. El Señor le promete: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar (v. 8). Es a sus santos a quienes Dios muestra el camino de la vida. Les enseñará por donde tienen que ir.

·       El Señor estará muy pendiente de él: “Sobre ti fijaré mis ojos” (v.8). Puede tener la seguridad de saber que Dios le ve, sabe lo que le está pasando, y vela para su bien.

·       Dios le mostrará su misericordia: “Mas al que espera en Jehová, le rodeará la misericordia” (v. 10). No merece nada. Es un simple pecador, pero un pecador arrepentido y, por lo tanto, objeto de la misericordia de Dios. Su esperanza está en Él.

·       “Alegraos en Jehová, gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (v.11). Qué palabras más halagüeñas para aquel pecador perdonado. Ahora es un santo, es justo y recto de corazón. ¡Cuánta misericordia ha tenido Dios de él! ¡Qué contento está! ¡Bendito el Dios suyo!