“Obedeced a vuestro pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuentas; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (Heb. 13:17).
Los miembros de una congregación tienen que obedecer a sus pastores porque ellos velan por sus almas. Lo que el pastor enseña, sus amonestaciones y reprensiones, tienen el propósito de guardar los almas de la gente de su congregación para que no se pierdan. Velar por el alma de una persona es protegerla, avisarle de posibles peligros, corregirle cuando se ha creído doctrina falsa, confrontarle cuando ve pecado en su vida, ayudarle a crecer espiritualmente, e ir viviendo cerca de Dios en santidad. El miembro de la iglesia se somete a sus pastores porque tienen su bien en mente. Si un miembro está rebelde, pone de mal humor al pastor; él se queja, y esto no beneficia a nadie. El pastor, por su parte, teme a Dios, y toma la vida espiritual de cada miembro de su iglesia como responsabilidad suya, sabiendo que tiene que dar cuentas a Dios por cómo ha cuidado a cada persona que Dios ha puesto bajo su carga, incluyendo a los que se han ido de la iglesia.
“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos” (Heb. 10:25). Es importante tener iglesia, asistir a ella, y contribuir a su bien con tus dones y con el fruto del Espíritu bendiciendo a los miembros por medio de tu vida. La Biblia no contempla a ovejas sueltas, sin iglesia. Necesitan pastores que velan por sus almas y necesitan la relación con los demás miembros de la iglesia. Cuando una oveja se extravía de la iglesia, el pastor la busca y la restaura a la comunión con los demás. La Biblia no contempla a ovejas buscando a un pastor para que les pastoree, sino a pastores buscando a ovejas perdidas. En tiempos bíblicos solo había una iglesia en cada ciudad y a ésta iban todos los creyentes. Hoy día el cambiar de iglesia está de moda. Es un tema muy peliagudo. Lo normal es quedarte en la misma y ayudarla a prosperar.
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros… apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplo de la grey” (1 Ped. 5:1, 3). La congregación es de Dios, no del pastor. Él no es el señor y dueño de los miembros de su iglesia. Pertenecen a Dios. Los cuida, muy consciente de que son del Señor y no de él. No lo hace motivado por un sentido de obligación religioso, sino por vocación, porque se siente llamado por Dios a este ministerio. No está en el ministerio para ganar dinero, sino para servir a Dios y a sus hermanos. No se preocupa por el sueldo. Dios suplirá; si realmente le ha llamado, proveerá. Los pastores no imponen su autoridad, no van con la actitud: “Aquí mando yo”; no señorean sobre la congregación, ni son prepotentes, orgullosos, metiendo miedo a las ovejas, sino humildes siervos de la grey por amor al Señor Jesús. Las ovejas están a su cuidado, las trata con cariño, comprensión, y dedicación sabiendo que “cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibirá la corona incorruptible de gloria” (v. 4). Los pastores están bajo la autoridad del Príncipe de los pastores, y es a Él que tienen que dar cuentas en el día final. Y las ovejas también tienen que dar cuentas de cómo se han sometido a sus pastores y han sido de bendición para con sus hermanos.