“Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo… ningún trabajo haréis; día de reposo es” (Lev. 23:3).
En el mundo pagano no había un día de descanso. Israel era el único país que tenía esta observancia. Este mandamiento en cuanto al día de reposo tiene como trasfondo los años en que Israel estaba en Egipto donde trabajaban como esclavos los veinticuatro horas del día, siete días de la semana, día y noche. En él vemos el contraste entre la esclavitud del mundo y el descanso de los hijos de Dios. El propósito era dar descanso al cuerpo, dejar de buscar el dinero y las cosas materiales para reajustar la mente a los valores de Dios y buscar sus prioridades. Ofrecía un espacio libre para meditar y renovar la relación con Dios. La ley no habla de cultos religiosos que Israel celebraba los sábados, simplemente del descanso para el creyente, sus siervos, y sus animales.
En tiempos de Cristo, guardar el día de reposo se había convertido en una pesada carga con muchas leyes humanas añadidas, y no un privilegio y un gozo. Habían vuelto a la esclavitud. El Señor tuvo que volver este día a su sentido original. “Y les decía: El Hijo de Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lu. 6:5). Los fariseos lo eran en tiempos de Jesús. Y ahora, muy a menudo, lo son nuestros deseos carnales. ¿Jesús es el Señor de tu día de descanso? ¡Un día de descanso es un regalo de Dios para ti!
La ley del sábado es el único de los diez Mandamientos no repetido en el Nuevo Testamento. Las referencias que hay sugieren que ya no era obligatorio, sino opcional, nunca una imposición legalista. Los creyentes en la iglesia primitiva más bien se reunían el primer día de la semana, o sea, el octavo día, en honor a la resurrección, para adorar a Dios. En el sistema levítico, el octavo día simboliza un nuevo comienzo. No obstante el principio sigue siendo válido. La vida consiste en mucho más que trabajar. Necesitamos la disciplina de un espacio regular, prolongado, dedicado exclusivamente a nuestra relación personal con Dios, como parte integral de la formación de una vida espiritual.
Jesús dijo que el sábado fue hecho para el hombre. Esta es una revelación, como lo era todo lo que decía el Señor. Dios, de manera totalmente desinteresado, quería que el hombre que Él había creado tuviese un día de descanso de sus trabajos de la semana, por su propio bien, un cambio de ritmo, un periodo largo de tiempo para renovar sus fuerzas, para luego volver a su rutina laboral descansado y refrescado. No quiere que su vida laboral sea una ardua obligación que le desgaste hasta acabar con su salud. ¡Qué dios hay que inventa leyes así! Esto nos dice que el Dios nuestro toma en cuenta nuestras necesidades. Piensa en el bien de sus criaturas. No quiere que el hombre trabaje agobiado, agotado y estresado, cada vez más desgastado. ¡No! Tenemos un Dios que piensa en nuestro bienestar y quiere que vayamos renovando nuestras fuerzas, tanto físicas, como espirituales y emocionales. Así es de bueno. ¡Sabe que el descanso para nosotros es preciso hasta tal punto que lo incorporó en su ley! ¡Este es un Dios magnífico! ¡Nos obliga a cuidarnos! Ahora, en el Nuevo Testamento, el día de reposo es libre, pero seguimos con la misma necesidad de descanso que siempre. Si somos sabios, sabremos incorporar un día de descanso semanal, de forma regular, en nuestras agendas.