“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (Salmo 37:5, 6).
El salmo 37 nos habla del creyente que sufre a manos de una persona mala: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad” (v. 1). Podría perder la paciencia pensando que todo le va bien a éste que me hace sufrir. ¿Por qué no lo castiga Dios ya? Uno podría tener envidia de su prosperidad. Parece que Dios le está bendiciendo, mientras que el justo sufre. El salmista nos dice que no hemos de tener impaciencia, “porque como hierba serán pronto cortados” (v. 2). Dios le está dando tiempo para que se arrepienta y tiempo a nosotros para que aprendamos a perdonar y dejar la justicia en manos de Dios.
Si te han acusado falsamente, Dios es tu defensor: “Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía”; será plenamente visible. Dios hará que la verdad salga a luz y que todos vean que eres inocente de las acusaciones falsas y las calumnias de los que buscan tu mal. Por tanto: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él” (v. 7). Dios saldrá a tu defensa.
Mientras tanto: “Confía en Jehová y haz el bien” (v. 3). “No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades” (v. 7). No pierdas la paciencia y tampoco pierdas la paz. El enemigo de nuestras almas quiere verte alterado, agitado, nervioso, inquieto, perdiendo la esperanza en Dios, impaciente, y lejos de Dios debido al pecado de esta otra persona; pero Dios quiere que confíes en Él y que hagas el bien, que no devuelvas mal por mal.
No debemos enfadarnos, odiar al otro, contestarle airados, atacar al otro para defendernos, o dejarnos llevar por nuestras pasiones carnales: “Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo” (v. 8). Nos recuerda las instrucciones del apóstol Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer…” (Rom. 12:17).
El motivo por el cual podemos estar tranquilos es lo que sigue: “Porque los malignos serán destruidos” (v. 9). Dios hará el ajuste de cuentas. Le toca a Él, no a nosotros, porque Él es perfectamente justo. Y la promesa de Dios para el creyente es: “Los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra” (v. 9). Tendremos una herencia eterna. Este mal es temporal, pero la bendición de Dios es para siempre.