¿CÓMO CONOZCO YO A CRISTO?

“No teniendo mi propia justicia… sino la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Fil 3: 9, 10).

            Nosotros llegamos a conocer a Cristo de la misma manera que le llegó a conocer Pablo: por medio de la fe, la muerte del YO, el poder de la resurrección, y la participación en sus padecimientos. Es un pack, un paquete, un conjunto. No puedes separar estos componentes si quieres conocer a Cristo. La persona que solo tiene fe en Él, pero no ha muerto al Yo, no ha experimentado su salvación, porque Jesús vino a salvarnos de nuestros pecados (Mateo 1:21). La salvación consiste en morir a nuestra carne, a todo lo que es pecaminoso en nosotros. Si aún vivo en mi carne con mi mal genio, mis nervios, mi negativismo, mis complejos, mi orgullo, mi tozudez, ¿de qué me ha salvado?

            Conozco a Cristo por su poder operando en mi vida. No es un poder para realizar milagros, aunque puede incluir este poder, pero un poder aun mayor, el poder del Espíritu Santo obrando en mí para transformarme a la imagen de Cristo. Tomar una persona defectuosa, llena de taras, fallos, ideas equivocadas, costumbres malos, deseos egoístas, egocéntrica y perversa, y convertirle en una que ama a Dios más que a sí misma, que está dispuesta a obedecer al Señor en todo, hasta la muerte, que es capaz de poner su vida por sus hermanos, que dice la verdad aunque le cueste todo, que disfruta enormemente viendo la mano de Dios, teniendo comunión con él, orando, y meditando en su Palabra, testificando de su gracia y poder para salvar, ¡este es el mayor de los milagros!

            Conozco a Cristo participando en sus padecimientos. Esto no es algo místico, sino algo muy real. ¿Cuáles son las cosas que le hacen sufrir hoy día? La injusticia de nuestra sociedad, la desviación sexual, el aborto, el pecado en la iglesia, falsos maestros, la dureza del corazón del hombre, la destrucción del medio ambiente, la mala crianza de los hijos, su deslealtad y desobediencia, el terrorismo, la persecución, y todo parecido. Él ve estas cosas y sufre. Esto es un sufrimiento emocional que tiene el creyente al contemplarlo. Al intentar rectificarlo, viene un sufrimiento físico, desde el agotamiento hasta el encarcelamiento y la muerte. Luego hay un sufrimiento espiritual por la condición de perdición en la que está la gente sin Cristo. Este sufrimiento nos lleva a predicar el evangelio y a dar sacrificialmente a la obra misionera. Puede ser que tengamos que desplazarnos a lugares lejanos para llevar el evangelio y sufrir por ello. Jesús sufrió por todas estas cosas y en consecuencia de todas ellas, porque estaba involucrado en el mundo, con el hambre, la enfermedad, la pobreza, la falsa religión, y la perdición del pueblo. Al involucrarnos, sufrimos con Él y llegamos a conocerle, sirviéndole en lo que nos llama a hacer.

            En todo lo dicho, no estamos hablando de un conocimiento teórico llevado a cabo por medio de la docencia de la iglesia, sino en la calle, con la gente, haciendo lo que Jesús hacía, con Él a nuestro lado. Esto es como Pablo le conocía y es como tú y yo le conocemos también.