VUELVE A LA ORACIÓN

“Examinemos y escudriñemos nuestros caminos, y volvamos a Yahweh” (Lam. 3:40).

            Cuando hemos perdido la esperanza en Dios, no podemos orar. Así estaba el estado del profeta: “Y dije: pereció mis esperanza en Jehová” (3: 18). La BTX lo traduce “mi confianza en Jehová”. Cuando pensamos que Dios no puede hacer nada, que no hay salida posible, que esto no tiene ninguna solución, no podemos orar. No es que el profeta hubiera dejado de creer en Dios, más bien había dejado de creer que Dios podría hacer algo para ayudarles en su situación tan desesperanzadora. Para poder orar tienes que tener un Dios que todo lo puede, tienes que creer que no hay ninguna situación que se le escapa de las manos, que no nos ha abandonado a nuestra suerte para siempre, que es misericordioso y que tiene remedios que nosotros desconocemos. Puede ser que yo haya dado mil vueltas a la situación y no vea ninguna solución, pero esto no quiere decir que Dios no puede venir con una que no se me había ocurrido. Dios tiene sorpresas. ¿A quién se le habría ocurrido pensar que Dios traería a un hombre de Susa para dirigir la reconstrucción de los muros de Jerusalén? (Neh. 1). Tengo que tener esperanza en un Dios muy grande, mucho más grande que mi imaginación, para poder orar.

La esperanza empezó a volver poco a poco. Primero dijo: “Que ponga su boca en el polvo por si quizás haya esperanza” (3: 29). Pensó que si se humillase delante de Dios, quizás Dios tuviera misericordia. Cabía la posibilidad. Pensó: “No nos hemos muerto todos”: “Por la misericordia no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (3:22, RV). “La misericordia de Yahweh nunca termina, sus compasiones nunca se acaban” (3:22 BTX). Nació la esperanza en él.  Pensó en la fidelidad de Dios, en esperar a que Él obre, en su bondad, su compasión, su piedad y su soberanía, y se iba animando. Ahora, con esperanza renovada, vuelve a la oración.

Al orar, lo primero que hace es confesar el pecado, incluyéndose a sí mismo: “¡Examinemos y escudriñemos nuestros caminos, y volvamos a Yahweh! Alcemos nuestro corazón…y nuestros manos hacía Dios en los cielos, diciendo: Nosotros hemos transgredido y hemos sido rebeldes” (3: 40-42). La vuelta a Dios siempre empieza con la confesión de pecado. Como Nehemías años más tarde en su famosa oración (Neh. 1:5-11), habla en plural, como parte del pueblo que ha ofendido a Dios. Este el nuestro primer paso también al orar por la iglesia de hoy: “Nosotros hemos trasgredido”. Hemos desobedecido la Palabra de Dios. Somos culpables delante de Dios, parte de la iglesia que le ha fallado. Hemos sido desleales. Y merecemos todo lo que nos ha pasado, porque Dios es justo y le damos la razón por el estado de las cosas. Así empezamos.