“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando todo vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestra adversario el diablo anda alrededor buscando a quien devorar; el cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:6-9).
Aquí Pedro nos está explicando cómo podemos tener victoria en la vida cristiana:
1. Humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Aceptar su voluntad. Si implica sufrimiento, acepta este sufrimiento como venido de Él. Dios es soberano. Él determina nuestras circunstancias, nos sometemos a lo que él permite y ordena con toda humildad reconociendo su soberanía, sabiendo que cuando él lo decrete, se terminará la prueba y nos exaltará. Porque “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (v. 5). Esta gracia es lo que nos a ayudará a soportar la humillación.
2. Echar nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. La ansiedad es la duda. ¿Cuidará Dios de mí, o me fallará? ¿Puedo contar con Él o no? ¿Me abandonará? ¿Pasaré una prueba tan grande que no la podré soportar? La fe echa la ansiedad sobre el Señor y espera sus soluciones, su ayuda, y su intervención. No anda doblegado bajo una losa imposible de soportar. ¡El que sostiene el universo puede soportar un poco más de peso que colocamos sobre Él!
3. Velad, porque el diablo está a la acecha. Quiere destruirte. Es astuto, cruel, poderoso, y te odia. Espera su intervención. Sembrará dudas en tu cabeza. Te hablará mal de Dios. Te incitará a tener pena de ti misma. Pondrá la queja en tu pensamiento. Te tentará a apartarte de Dios en medio de la prueba, en actitud de rebeldía contra lo que Él ha permitido. Te llevará a dormir en los laureles, como hicieron los apóstoles cuando tenían que estar velando en su hora de la prueba en Getsemaní.
4. Resistidle, firme en la fe. La victoria es por medio de la fe, por medio de la confianza en la Palabra de Dios. Medita en los pasajes que Dios te ha dado para esta prueba. Reclama sus promesas. No dejes que el diablo te acuse: Pon tu confianza en la obra de Cristo y en la fidelidad de Dios. Estás cubierto por la cruz, perdonado, y hecho un hijo de Dios. Toma tu posición y no te muevas de allí.
5. Date cuenta de que lo que te pasa a ti es normal: “Sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (v. 9). Es normal que un cristiano sufra. No pienses que porque te has convertido y consagrado a Dios que no te va a pasar nada. Al contrario, has conseguido la enemistad del maligno y te busca para destruir tu fe. No te sorprendas, resístele, firme en todo lo que tú sabes de Dios y de su Palabra, y Dios te dará la victoria.