LA PAZ DE PEDRO

“Pedro apóstol de Jesucristo, a los expatriados… Gracia y paz os sea multiplicada” (1 Pedro 1:1, 2).

“Paz a todos vosotros, los que estáis en Cristo” (1 Pedro 5:14).

Pedro termina su epístola como la empezó, deseando paz a sus amados hermanos. Ha llegado a ser un hombre de paz. Pero Pedro no siempre era así. Cuando los soldados vinieron a arrestar a Jesús en el Huerto de Getsemaní, “Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:10, 11). ¡Pedro era de armas tomar! Estaba dispuesto a usar la violencia para defender a Jesús. Este era el Pedro carnal, el que dependía de su sabiduría y de su fuerza física para llevar a cabo la misión de Jesús.

Antes de apresurarnos a condenarle por ser tan impetuoso, hemos de reconocer que somos semejantes a él. ¡Cuántas veces no hemos recorrido a las armas de la carne para librar las batallas de Dios! Hemos ido con nuestro sistema de defensa propia cuando nos hemos visto amenazados. ¿Cuál es el sistema tuyo? ¿El ataque verbal? ¿El insulto basto? ¿La indirecta fina? ¿La insinuación? ¿El chismorreo detrás? ¿El hacer el vacío? ¿El desprecio? ¿El sarcasmo? Cada cual tiene sus métodos carnales de defensa propia que van de acuerdo con su personalidad, y cuando provocados, recurrimos a ellas para defendernos a nosotros mismos y a los que amamos. Pero no se libran las batallas de Dios con las armas de la carne. Hay otra forma de guerra carnal que consiste en hacer ver que el enemigo no existe. ¡Imagínate si Pedro hubiese hecho esto! Habría sido llevado preso. La paz a cualquier precio no es la guerra espiritual del cristiano; no conduce a la paz, sino en ser pisoteado por el enemigo. La guerra espiritual bíblico se libra enfrentando al enemigo, resistiendo su obra y estando firme (1 Pedro 5:8, 9).

            Pedro aprendió esta lección y cambió. La transformación en Pedro es hermosa de ver. En esta breve epístola se evidencian muchos cambios en su carácter. El Pedro que antes era orgulloso llegó a ser humilde. A este cambio hemos aludido en la meditación de ayer (1 Pedro 5:6). El que competía con sus hermanos para llevar la voz cantante llegó a ser sumiso a los demás y enseña a sus lectores a ser lo mismo: “sumisos unos a otros” (1 Pedro 5:5). Debido a este cambio pudo trabajar en equipo con el apóstol Pablo, cosa que percibimos aquí al final de su carta, pues Silvano (Silas) trabajaba con él y también con Pablo. Los dos compartían los mismos colaboradores (1 Pedro 5:12 y Hechos 16:25). Esto nos habla del espíritu de colaboración entre Pablo y Pedro y no del individualismo. Y Pedro también llegó a ser un hombre de paz, y deseaba la paz que él había encontrado en Cristo para los demás: “La paz sea con todos vosotros lo que estáis en Jesucristo” (1 Pedro 5:14).

            ¡Qué hermoso el cambió que Dios operó y él y qué hermosos cambios opera en nosotros cuando colaboramos con la obra de su bendito Espíritu en nuestras vidas!