¡ESPERANZA!

“Esto recapacito en mi corazón, que me da nueva esperanza” (Lam. 3:21). “No obstante, aún me atrevo a tener esperanza cuando recuerdo lo siguiente:” (NTV).

Hasta ahora todo ha sido lúgubre. Tétrico. Desolador. El profeta/ la ciudad/ el pueblo de Dios ha tocado fondo. Ha dado con el fondo del abismo en el cual ha caído: “Mi alma está lejos de la paz, he olvidado la felicidad. Y dije: ¡Pereció mi esplendor y mi confianza en Yahweh!” (3:17, 18). Todo lo que había esperado del Señor se perdió. ¿Has estado allí? “Recordar mi sufrimiento y no tener hogar es tan amargo que no encuentro palabras” (v. 19, NTV). Tiene presente su aflicción, su miseria, el ajenjo y la hiel. Ha perdido toda esperanza. No le quedan motivos para vivir. Está encercado; no tiene salida, solo la muerte. Está en total desesperación.

¿Qué hace el creyente cuando se le cae el fundamento de su mundo? ¡Piensa! ¡De repente se acuerda de Dios! “Esto recapacito en mi corazón, que me da nueva esperanza:” (v. 21). ¿En qué tiene esperanza? En el amor de Dios. “¡El fiel amor del Señor nunca se acaba. Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana” (v. 22, 23, NTV). Estas son los versículos de Lamentaciones que todo el mundo cita, pero toman un significado aún más glorioso cuando los vemos en su contexto. En medio de derrota, esclavitud, destierro, muerte, pestilencia y hambruna, ¡el creyente tiene esperanza porque  Dios es amor! Mañana será un nuevo día, un día para experimentar la compasión de Dios y su fidelidad a su Palabra. Viviré hasta mañana para ver lo que Dios puede hacer para nosotros.

“Me digo: El Señor es mi herencia; por lo tanto esperaré en Él” (v. 24). Ha perdido todos sus bienes. Le queda Dios. Es una espera con esperanza. Esta esperanza es confianza en Dios, en su amor, en su compasión y en su fidelidad, estas tres cosas que el autor de Lamentaciones nombra. No es la esperanza de un optimista, sino la esperanza de un creyente, uno que conoce a su Dios.

Esto es lo que el creyente sabe: “Bueno es Yahweh para los que lo esperan, al alma que lo busca. Bueno es esperar, y aguardar en silencio la salvación de Yahweh” (v. 25, 26). El creyente ha salido de esta pesadilla no porque un milagro haya ocurrido. No le ha hablado ningún ángel. No ha tenido ninguna visión. No le ha pasado nada bueno, ni ha habido ningún cambio en sus circunstancias. Ha salido porque se ha acordado de cómo es Dios: “Esto recapacito en mi corazón, que me da nueva esperanza” (v. 21). Ha traído a la memoria lo que sabe y se ha puesto a meditar en ello.

Ha concluido: “Es bueno esperar en silencio la salvación que proviene del Señor” (v. 26, NTV). ¿Estás de acuerdo? ¿Te gusta esperar? ¿Puedes esperar tranquilamente, confiadamente? No es fácil, pero es bueno. Es volver a tener paz en su corazón porque estás esperando en Dios. Estás esperando su salvación en medio del dramón que te rodea. ¿Y cómo sabes que Dios te ayudará? Porque le conoces. Sabes cómo es. Es un Dios de amor, compasión y fidelidad, y actuará de acuerdo con su amante corazón.