DIOS Y EL DIABLO EN LA PRUEBA

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuera tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:6-9).

            El diablo usa nuestras circunstancias. Parece que todas las distintas circunstancias que vivimos vienen tanto por voluntad de Dios como por la del diablo, pero con diferentes finalidades. Tomemos el caso de Job. ¿Quién causó su sufrimiento? El diablo. Pero Dios asume la responsabilidad. El diablo es el agente material. Job creció en medio de la tribulación. Era diferente después, más capaz de entender las cosas profundas de Dios. Dios tiene un propósito que pretende  cumplir y el diablo otro. Dios y el diablo trabajan juntos con propósitos diferentes, el del diablo, para hundirnos y el de Dios para madurarnos. Otro ejemplo es el censo de David. En 1 Crónicas pone: “Pero Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese censo en Israel” (1 Cron. 21:1). En cambio, 2 Samuel 24:1 pone: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David a que dijese: Vé, haz un censo de Israel y de Judá”. ¿Cuál de las dos versiones es la correcta? Pues, las dos. El diablo puso en la mente de David hacer el censo y Dios lo puso. Dios tenía sus propósitos y el diablo los suyos. Los dos tienen interés en el mismo acontecimiento. Dios lo permite por algo positivo y el diablo lo manda por algo dañino. Lo mismo es cierto en mis circunstancias; la finalidad de diablo es estropear mi fe y el de Dios es que crezca.

            Cuando Pedro dice que el diablo anda buscando a quien devorar, habla por experiencia propia. Estuvo zarandeado por el maligno en Getsemaní cuando se durmió en lugar de orar y velar. Jesús le había advertido que el diablo quería zarandearle, pero no estaba al tanto: “Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza” (Lu. 22:40, 45). Pedro no oró. Luego no estaba preparado para afrontar la tentación cuando se encontró en casa de Caifás y negó al Señor tres veces. Cuando se dio cuenta de lo que había pasado, lloró amargamente y tuvo que ser restituido por el Señor después de la resurrección. 

            Pedro nos avisa en este texto. Hemos de ser sobrios y velar. Hemos de velar por el enemigo. Existe el peligro de dormir. El diablo anda como león rugiente. Esto nos hace pensar en los cristianos en la arena. No podían huir. Tuvieron que resistir estando firmes en la fe, porque la fe era (y es) lo que el enemigo quería devorar.

En cuanto al diablo, tenemos que resistirle, pero en cuanto a las tentaciones de la carne, las Escrituras nos enseñan que tenemos que huir. El diablo quiere destruirnos espiritualmente. Somos ciegos. No olvides que estás en una guerra espiritual. El Señor está aquí y el diablo también. Te habla. Resístele, firme en la fe. Hemos de estar fuertes en cuanto a las Escrituras y en cuanto a nuestra relación con el Señor. Tenemos que meditar en la Palabra y dejar que nos hable, que nos centre, y estar firmes en nuestra dependencia en Dios, echando nuestras ansiedades sobre Él. Mantén fuerte tu relación con el Señor, si no, el diablo te comerá.

(Esta meditación viene de mis apuntes del mensaje de David Burt dada en Igualada 15-2-15).