“Porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).
En nuestros círculos se enfatiza mucho que Dios respeta la voluntad del individuo. Se oye decir que si alguien no quiere doblegar su voluntad a la de Dios para ser salvo, no hay nada que hacer. ¿Dónde hay un versículo en la Biblia que diga esto? El que tenemos por delante dice lo contrario, que Dios es quien toca nuestra voluntad para que deseemos hacer la suya. No hay ningún inconverso que se arrepiente sin ser tocado por Dios. Ninguno dice por sí mismo: “Vamos a ver. Me parece que voy a buscar a Dios. No está mala la idea”. La Biblia afirma: “No hay quien busque a Dios” (Rom. 3:11). Entonces, ¿cómo hemos de orar por nuestros seres queridos que están lejos de Dios? Su voluntad nunca va a estar dispuesta a rendirse a la de Dios a no ser que Dios tome la iniciativa. Aquí es donde entra la oración nuestra. Aquí vienen tres pautas:
1. Pedir que Dios les ponga en un aprieto, en una situación que les desborde para que no tengan más opción que clamar a Dios. Dios tiene que moverles para que clamen a Él, si no, en su autosuficiencia nunca reconocerán su necesidad de Él. Entonces estarán tan desesperados que con todo corazón, mente, alma y voluntad pedirán la ayuda de Dios, conscientes de que, si la reciben, tendrán que admitir su existencia y rendirse a Él. El profeta oró: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos” (Lam. 5:21). La oración del profeta fue que Dios les hiciese volver a sí mismo y entonces ellos decidirían volver.
2. Ora implicándote, confesando su pecado como tuyo, como hizo Nehemías: “Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la case de madre hemos pecado” (Neh. 1:6). Identifícate con el pecado de tu casa, de tu iglesia, y de tu país. Esto hizo Jesús. No solo se identificó, “fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Is. 53:12). Su oración tomó la forma de incluirse con los pecadores. ¡Cuéntate con los pecadores! Él es nuestro modelo en la intercesión. No podemos llevar el pecado de nadie, pero lo podemos confesar nosotros como parte del colectivo y pedir que Dios nos perdone por la obra que hizo Cristo.
3. Ora con fe reclamando la promesa de Dios: “Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:15). Recibe un gran SÍ de parte de Dios por fe en su promesa y no dudes más. Espera.
Tenemos el ejemplo de Sansón que ya comentamos en otra ocasión. Dios dijo que él empezaría a librar a Israel de los filisteos (Jueces 13:5). Esta fue la voluntad de Dios. La voluntad de Sansón fue jugar con el pecado. ¡Se iba enamorando de mujeres del campo enemigo! Dios no respetó su voluntad dándose por vencido con él. No dijo: “Puesto que Sansón no quiere, no hay nada que hacer”. Lo que hizo era llevarle a un punto por medio de circunstancias que le superaban que le motivarían a clamar a Dios. Entonces, sí, su voluntad fue motivada a derrotar a los filisteos de una vez. Y lo hizo libremente, y la voluntad de Dios se cumplió por medio de su vida.