BAJO LA VARA DE SU IRA

“¡Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo” (Lam. 3:1).

El profeta está hablando en representación de su pueblo. Estas palabras se cumplen aún más en la Persona de nuestro Sustituto quien sufrió bajo el látigo de Dios en nuestro lugar. Nos llevan a Isaías 53 y al Salmo 22 que profetizan los sufrimientos de Jesús por nuestro pecado: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:4, 5). “He  sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron…Como un tiesto se secó mi vigor y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte” (Salmo 22:14, 15).

Dios es el que ha traído todo este sufrimiento sobre su pueblo. En inglés, donde siempre figuran los pronombres, 16 veces en 15 versículos sale el pronombre “Él” como el autor de la acción punitiva. Esto hizo Dios: “Me ha guiado y conducido en tinieblas y no en luz; sólo contra mí, vez tras vez, vuelve su mano todo el día. Consumió mi carne y mi piel… Levantó contra mí un cerco de congojas y amarguras… Me dejó en oscuridad” (Lam. 3:2-6). Lo mismo enfatiza el profeta Isaías: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Is. 53:10). Usó a Babilonia como el látigo de su ira, como hizo con Asiria en el caso del reino del norte: “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira”  (Is. 10:5).

“Me ha cercado sin salida, me ha cargado de cadenas” (Lam. 3:7). El comentarista explica: “La costumbre de cercar a los prisioneros en espacios tan estrechos que les provocaban la muerte era una forma de tortura popularizada por los asirios, especialmente aborrecible para los pueblos nómadas” (Lamentaciones, R. K. Harrison). Ha sido puesto en prisiones oscuras por Dios mismo. 

“Él es para mí como oso al acecho, como león desolado. Trastorna mis caminos, me destroza y me deja desolado” (Lam. 3:11). El salmista también emplea la figura de animales atacando a su víctima: “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todo mis huesos; entre tanto, ellos me miran y observan” (Salmo 22:16, 17). Ha sido el blanco de su ira: “Ha entesado su arco, y me ha puesto por blanco de sus saetas. Ha clavado en mis riñones los astiles de su aljaba” (v. 12, 13). Es el objeto del desprecio y la burla de sus enemigos: “Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos  los que me ven me escarnecen” (Salmo 22: 6, 7).  Lamentaciones concuerda: “He venido a ser el escarnio de los pueblos, el objeto de burla día tras día” (Lam. 3:14). Dios le llenó de amargura: “Me hartó de amargura, me saturó de ajenjo” (v. 15). “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Sal. 69:21).

Este pasaje describe la amarga experiencia de Israel bajo la ira de Dios para que le tememos más a Señor. A la vez es una conmovedora descripción del sufrimiento del Señor Jesús bajo la misma ira, para que empecemos a comprender lo que padeció en nuestro lugar y para que le amemos más.